Democracia, Educación y Capacitación Cívico - Electoral


MUJERES Y POLÍTICA: BALANCE Y PERSPECTIVAS

Anna M. Fernández Poncela

Índice

I-Justificación

II-Contenido de la investigación

Investigaciones y reflexiones existentes

Presencia en la élite política

En el Ejecutivo

En el Legislativo

Cámara de Diputados

Senado de la República

Asamblea Legislativa del DF

En los partidos

En el discurso político

PRI

PAN

PRD

En instituciones

Estilos de liderazgo

Cultura y participación política

Actitudes y valores

Democracia versus autoritarismo

Afiliación

Interés

Comportamiento y preferencias electorales

Respeto e importancia del voto

Participación electoral

Motivos e influencia del voto

Tendencia ideológica

Simpatía partidaria

Voto

Percepción y autopercepción de las mujeres

Presencia numérica

Participación en el poder

Preferencias sobre el candidato

Opinión de políticos y políticas

Autovaloración del quehacer político

Políticas de igualdad

Las acciones afirmativas

Otras experiencias

La realidad mexicana

Ideas, propuestas, políticas

III-Reflexiones finales

Resquebrajando viejos mitos

Atisbando nuevos horizontes

IV-Propuestas generales

V-Anexo: Bibliografía completa sobre el tema

VI-Anexo: Metodología de la investigación

VII-Anexo: Cuadros de la encuesta

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I-Justificación

Este texto es una revisión bibliográfica y documental en torno al tema de las mujeres y la política, y la comparación con los hombres, cuando ésta sea posible y se juzgue necesaria. Se aborda el nivel teórico y reflexivo, toda vez que se bebe de estudios empíricos existentes en el ámbito internacional y particularmente en el contexto de la realidad mexicana de los últimos años hasta nuestros días. También se realiza un análisis e interpretación de fuentes cuantitativas y cualitativas de primera mano sobre el tema en cuestión, existentes en el país. Por último se presenta un esfuerzo de elaboración de algunas propuestas de carácter práctico y de investigación en torno a la acción política respecto al tema abordado, y de cara a las próximas elecciones del 2.000. Todo ello se realizará de forma general y resumida por las características propias del documento, apuntando una bibliografía complementaria. También se desea señalar que para la redacción de este trabajo se han tomado diversas informaciones y datos varios de la obra Mujeres en la élite política. Testimonio y cifras (1999) de la autora de quien escribe este diagnóstico, así como de Hombres, mujeres y política. Una mirada desde la opinión pública y sus protagonistas (1997), y Participación política. Las mujeres en México al final del milenio (1995), libros todos ellos que abordan de forma más amplia y profunda algunos de los temas que aquí nos ocupan.

Un aspecto que se desea subrayar como uno de los ejes principales que articula este documento es el destacado, y a veces obviado o mal interpretado, papel que juega la población femenina en la política formal[1]. En primer lugar, pocas han sido las aproximaciones a la capacidad femenina para la toma de decisiones cuando accede al poder, ni como ciudadanas comprometidas, amén de ser una población políticamente disputable para quienes compiten en los partidos. En segundo lugar, en el marco internacional están teniendo lugar una serie de cambios, tanto de comportamiento como de preferencias ideológicas de las mujeres que apuntan, junto con los datos para México, hacia un cambio de actitud. Pero en nuestro caso éstos deben sumarse a otra cuestión de suma importancia que es el elevado porcentaje de la juventud en la pirámide demográfica, y por lo tanto en el censo y padrón electoral, y la inversión generacional en lo que a las mujeres se refiere. Esto es, igual que lo que ocurre en otros países, las mujeres jóvenes parecen presentar tendencias hacia una apertura participativa y preferencias electorales de avanzada, por llamarlas de alguna manera, pero al contrario de lo que sucede en otras latitudes, aquí las mujeres jóvenes son un porcentaje muy elevado entre el conjunto de la población como los hombres jóvenes-. Por lo tanto, las transformaciones tendrían una trascendencia que en otros lugares resulta cuantitarivamente poco significativa. Las mujeres son más del 50% de la población y los jóvenes casi el 40% del censo electoral en el 2000, por lo que las anteriores reflexiones debieran estar en la mesa de discusión política por ser una asignatura vital en nuestro país y en nuestros días (Fernandez Poncela 1999a,2000). Este texto quiere contribuir a ello.



[1] Este documento encuadra la participación política femenina en el ámbito de la política formal, institucional o covencional, aquella que tiene que ver con el sistema político institucional, básicamente los partidos políticos y los poderes del estado.

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II-Contenido de la investigación

Investigaciones y reflexiones existentes

Los dos pasados decenios han sido ricos y fructíferos en lo que respecta a la investigación social sobre mujeres y relaciones de género, desde diferentes especialidades o con enfoques multidisciplinarios, en el marco de la academia, las instituciones y en otros espacios propicios para el avance de dicho estudio. Y si en los setenta se visibilizaba y describía a las mujeres, en los ochenta se pretendió con el conocimiento, información y experiencia acumulada dar un giro y centrarse en los géneros y sus relaciones inter e intragenéricas-. Dentro de este nuevo marco la comparación estadística entre hombres y mujeres ya sea para buscar diferencias como semejanzas, adquiere un nuevo relieve y da otra dimensión a la investigación sobre los problemas y temáticas relacionadas con la mujer tanto en lo referente a las actitudes y comportamiento político de la sociedad en general, como en lo que toca a la presencia y características de las mujeres en la élite política desde la denominada teoría o modelo revisionista.

En concreto en América Latina se considera que ha habido muchos e importantes cambios en el desarrollo de la ciudadanía y las estructuras políticas en general, a pesar de la persistencia de grandes obstáculos que ralentizan, y a veces bañan de ambigüedad las transformaciones. Dichos cambios tienen presencia fundamentalmente en la escena electoral de la política (Craske 1999). Y todo esto es más que aplicable al caso de las mujeres y su relación con el espacio donde se dirimen los asuntos públicos en México.

La experiencia y participación política femenina, su relación con el ámbito público, la comparación entre hombres y mujeres presentes en este escenario, así como, la mirada de la población femenina hacia el mismo contrastada también con la masculina, son temas sobre los cuales hasta fecha reciente no han cobrado cierto interés para la investigación social. No han constituido objeto de estudio relevante hasta hace poco no sólo en México sino en el mundo y en América Latina (Jaquette 1974,1976), todo ello en paralelo, por supuesto, y como consecuencia de la exclusión y autoexclusión de las mujeres de este espacio social donde se toman decisiones y se ejerce el poder.

Sería en el decenio de los años ochenta salvo excepciones- cuando se realizan los primeros acercamientos sistemáticos al tema y en los noventa su desarrollo inicia un proceso de expansión y ahondamiento. Es al calor de los acontecimientos nacionales e internacionales, tanto en el plano del sistema político de cada país como a la luz de las convenciones y recomendaciones en el ámbito mundial, que la investigación sobre política desde una perspectiva genérica emprende su recorrido. El feminismo y sus luchas no es ajeno a dicho camino.[2]

El motivo de tal tardanza hay que buscarlo en el caso mexicano en una serie de factores políticos, sociales y académicos que se concatenan y dan como resultado la postergación del conocimiento sobre el tema, cuando no su negación misma.

Por una parte, el alejamiento de la política convencional de la población y a la inversa, cuando el sistema no permitía la participación y la ciudadanía tampoco parecía muy cercana a dicha esfera. Una realidad antidemocrática aturdía la no-participación ciudadana, partidos políticos que eran comparsas del régimen, y simulación de procesos electorales. En consecuencia, no había un interés desde la academia por abordar el tema de la política como tal, y menos, el de las mujeres en dicho escenario en particular. Todo esto se trastoca en los años ochenta cuando ciertos cambios políticos, reformas y transformaciones democráticas se atisban en el horizonte del país, en el momento en que los partidos cobran una fuerza inusitada y los procesos electorales ganan credibilidad. Es ahí precisamente cuando las y los cientistas políticos e investigadores sobre el tema se vuelcan hacia la política formal desde perspectivas antes apenas abordadas, como por ejemplo los estudios electorales y de opinión pública. Y algo más tarde se despierta el interés por comparar entre los sexos, para con posterioridad, analizar partiendo ya de un enfoque de género, como será la aplicación de la teoría revisionista en plenos años noventa.

Por otra parte, desde las mujeres de los partidos opositores o las independientes, el poder se percibía como algo sucio, la democracia como una farsa y el inmiscuirse en los asuntos públicos poco menos que una traición. Todo ello producto de una desconfianza legítima por razones históricas, también bajo influencias puristas e idealistas envueltas en esperanzas y apuestas hacia otros espacios y formas de hacer política movimientos sociales y organizaciones populares- que eran designadas como propias y patrocinadas como fuente de cambio social en contraposición con el anquilosamiento antidemocrático de las instituciones políticas formales. Las mujeres activistas del feminismo o sensibles en la academia, consideraban dicha esfera poco menos que de prescindible, sino inservible. La exclusión de la cual habían sido objeto por parte de la política y la consideración de las escasas posibilidades de acceso y trabajo efectivo contribuyeron vivamente a esta situación. El énfasis de las activistas se fijaba en otros temas más ligados a la vida personal, doméstica o cotidiana y el de las investigadoras apuntaba hacia horizontes movimentistas u organizacionales como el quehacer político femenino por antonomasia. Esto también ha ido variando en los últimos años, si bien y sin abandonarse otros campos de estudio, ha habido un progresivo y parcial acercamiento a la investigación de la política, o en todo caso, bordeando sus límites, desde la reflexión teórica y los estudios de caso, a través de metodologías cuantitativas y cualitativas, descifrando la vida de las mujeres políticas y la visión de la población femenina hacia esta esfera, hasta hace poco considerada masculina, y en ocasiones desde el sabio enfoque comparativo (Fernandez Poncela 1997, 2000).

En la actualidad las investigaciones sobre este fenómeno social han pasado de visibilizar y describir a interpretar y ser propositivas. Mientras las mujeres pasaron, o están pasando, de ser clientas, votantes y demandantes a ejercer como activistas, candidatas y profesionales, esto es de delegar a involucrarse. Se está construyendo la ciudadanía en un espacio cada vez más tendente a la democracia representativa. La participación política de las mujeres ha de inscribirse en el marco de un gran cambio cultural, desde donde se divisan nuevos horizontes de igualdad a través del pacto y la negociación (Amorós 1990). Donde el concepto de política no sea sexista y se reconozca a hombres y mujeres por igual (Kirkwood 1990). Donde se han de poder ver las prácticas sociales de actores y actoras más allá de las instituciones, al mismo tiempo que reconocer la subjetividad de la política misma (Lechner 1988).

Desde el feminismo, la academia y la política se han tendido puentes para trabajar en pro de la participación política, facilitarla (Pateman 1990), gestar una identidad política femenina como grupo de interés en paralelo o de la mano de otros colectivos sociales (Phillips 1991; Mouffe 1993,1999). Revisar formas y estilos de hacer política, modificar el modelo masculino hegemónico de la misma, cambiar la concepción, la mirada y las prácticas, los tiempos y el lenguaje, resemantizar términos, reconceptualizar la teoría política, revalorizar los intereses y necesidades de las mujeres (Jaquette 1974; Chaney 1983; Jones y Jonasdottir 1988; Kirkwood 1990; Phillips 1991). Y todo esto naturalmente tiene que ir acompañado de un estudio amplio y profundo de la realidad que se encuentra en proceso de transformación en varias latitudes y también en nuestro país. Pues del diagnóstico vendrán las propuestas concretas y del esbozo del balance de la cotidianeidad las perspectivas deseables y factibles del porvenir.[3]



[2] Entre otras cosas, se ha sostenido que existe una miopía u ocultación del género en la teoría política clásica y que en la constitución de la ciudadanía femenina, la mujer es definida como sujeto de segunda categoría, todo ello en consonancia con la teoría radical sobre el tema (Pateman 1988,1994; Jones y Jonasdottir 1988; Fraser 1990; Phillips 1991; Mouffe 1993). Lo mismo puede señalarse para la investigación empírica producto de dicha concepción abstracta y reflejo de la realidad que marginaba a la población femenina de los espacios políticos formales y del mismo androcentrismo que permea las ciencias sociales.

[3]Hay que no obstante, tener cierta cautela a la hora de aplicar métodos y enfoques. Por ejemplo, desde considerar que la política es más que su ámbito formal y que existen otras formas de la misma (Geertz 1987), pasando por tener precaución con no circunscribirse a la parte cuantitativa (Krotz 1990), hasta ver que así como la teoría política no es neutra, así tampoco, las perspectivas, metodologías y técnicas de investigación lo son a veces (Pateman 1988,1990). Otra cuestión es que en ocasiones las fuentes de las cuales se bebe no son exclusivas de un estudio específico y carecen de orientación de género, presuponiendo que hombres y mujeres comparten una misma cultura y realidad política, o tal vez asuman los sesgos de discriminación femenina, o están bajo estándares masculinos o escalas tradicionales (Astelarra 1982; Threlfall 1982; Nelson 1984; Ortiz 1987). Pero además se han detectado cuestiones tales como la no-existencia de bases empíricas para sostener una participación de forma diferente por parte de las mujeres, y no siempre son mayoría en la política considerada no convencional como la asistencia a manifestaciones o la presencia en organizaciones de diversa índole (Uriarte 1997). Hay que estar alerta contra esquemas o estereotipos sociales de uno y otro signo.

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Presencia en la élite política[4]

En el Ejecutivo

En el Poder Ejecutivo, había en el último sexenio 6% de participación femenina en puestos considerados importantes de la administración pública. Sin embargo, en el actual (1994-2000) si se contabiliza la presencia femenina en cargos destacados de las diversas secretarías había en sus inicios 5.6% de mujeres (Crónica Presidencial 1995). Otras fuentes, apuntaban a 60 mujeres como funcionarias públicas de alto nivel en la toma de decisiones en las Secretarías de Estado, lo que significa 9%. Sobre las Secretarías donde aparecían más mujeres en puestos de alta dirección destaca, Gobernación (21% del total), Energía y minas (17%), Educación Pública (18%) y Desarrollo Social (15%) (INEGI/UNIFEM 1995). Se habla también de 10% de presencia de mujeres en puestos de alta dirección dentro de la estructura gubernamental (Secretaría de Gobernación 1996).

Por otro lado, teniendo en cuenta únicamente el Gabinete Presidencial y las 17 Secretarías, tres de ellas ocupadas por mujeres en 1995 -Norma Samaniego en Contraloría, Silvia Hernández en Turismo y Julia Carabias en la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca-, el porcentaje de éstas en el gabinete era 17,64%, y ahora es 11.76%, con las dos que están en dichos puestos Julia Carabias y Rosario Green en Relaciones Exteriores-.

Respeto al poder local y sólo para dar un dato representativo, había 85 mujeres presidiendo ayuntamientos de los 2.412 contabilizados en 1996, esto es 3.4%. Dicha proporción apenas ha variado a lo largo de la última década, y la mayoría de ellas gobiernan municipios de menos de treinta mil habitantes (Massolo 1996). Otras fuentes hablan de 89 municipios presididos por mujeres, lo que representa 3,7% (Secretaría de Gobernación 1996). En 1998 se daba el dato de 3,27% de mujeres gobernando municipios (CEDEMUN 1998).

Sobre el Poder Judicial, únicamente también para ilustrar en un breve y rápido trazo la presencia de las mujeres, de 291 cargos en 1992, 39 eran mujeres -5 ministras y 34 magistradas-, esto es, 13% de mujeres (Presidencia de la República 1993). Y otras informaciones situaban el porcentaje de presencia femenina en 10,57%, 24 mujeres para un total de 203 puestos al más alto nivel (Leal 1992). En 1994 había por ejemplo, 5 ministras (20% del total), 35 magistradas (12%), 38 jueces de distrito (23%), 42 defensoras de oficio (25%); esto es, las mujeres eran 19% en cuadros superiores de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los puestos de mayor nivel en este poder (INEGI/UNIFEM 1995; Secretaría de Gobernación 1996).

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En el Legislativo

Cámara de Diputados[5]

En la Cámara de Diputados en la legislatura (1994-1997) se contabilizaron 496 personas en total[6], con la presencia de 426 hombres y 70 mujeres[7], lo que significa una representación proporcional de 14.11% de mujeres en dicha cámara. La media total de edad de los curules es 46.54 años, la media de los hombres en concreto es 47.02 años y la de las mujeres 46.06 años, algo menor que la de los primeros.

En cuanto al sexo y edad por partidos políticos, el PT cuenta con 10 diputados hombres, que para 496 curules que tiene en total dicha cámara, como hemos visto, significa una presencia de 2.01%. La media de edad es 44.8 años, la más joven de la diputación, no cuenta con mujeres entre sus filas.

La formación política que tiene más representación femenina en números absolutos es el PRI, esto es 42 mujeres, si bien es también el partido que cuenta con mayor número de personas en la cámara, en total 298 que significa 60.08% de curules para dicha fuerza política. De éstos 256 son hombres, por lo tanto la presencia de mujeres es 14.09%, similar, como hemos visto, al porcentaje de éstas para el total de la cámara. La media de edad de los priístas en general es 47.09 años, una de las más elevadas entre los grupos políticos que componen el arco parlamentario, para las mujeres representa 44.28 años, esto es, la edad media más joven de las mujeres de un grupo político en la Diputación, y para los hombres 49.90 años, el grupo con mayor media de edad con relación a las otras fuerzas representadas en la diputación.

El partido que cuenta con más presencia de mujeres en porcentaje es el PRD, con 22.85% de representación femenina entre sus curules. De los 70 perredistas que tiene la cámara, esto es 14.11% de participación del partido del sol azteca en la diputación, 54 son hombres y 16 mujeres. La media de edad es 47.49, para los hombres 46.74 y para las mujeres 48.25 años, la media más alta de las mujeres en una fracción parlamentaria en esta cámara.

El PAN tiene 118 curules representando 23.79% de presencia panista en la cámara, esto es, la segunda formación política con presencia parlamentaria. De éstos 106 son hombres y 12 mujeres, por lo que la representación porcentual de estas últimas es de 10.16%, la más reducida en comparación con las otras fracciones. La media de edad de los presentes por cuenta de Acción Nacional es 46.16 años, para los hombres 46.66 -de las medias más jóvenes- y para las mujeres 45.66 años.



[4] Llegados a este punto tocaría realizar una revisión histórica, sin embargo, por motivos de extensión y también con la intención de circunscribirnos a los objetivos del diagnóstico que aquí realizamos, para dicha cuestión convidamos a consultar Fernandez Poncela 1995 y 1999ª. También sería de interés cierta comparación con los estudios internacionales existentes sobre el tema, ya centrados en la época actual pero por lo mismo aconsejamos la revisión de Fernandez Poncela 1999b.

[5].A efectos de este trabajo no distinguiremos los diputados de mayoría y los de representación proporcional de forma diferenciada. Pero para no obviar del todo dichas características conviene señalar que 300 pertenecen a la primera categoría y 196 a la segunda. El PRI cuenta con 273 de mayoría (91.6%) y 25 de representación proporcional (8.4%); el PAN tiene 20 (16.9%) de mayoría y 98 (83.1%)de representación; el PRD cuenta con 7 de la primera categoría (10%) y 63 de la segunda (90%); finalmente los 10 diputados del PT son de representación proporcional.

[6].Originalmente tendrían que ser 500 los curules en la Cámara de Diputados, pero en el momento concreto de esta investigación, se contabilizaron 496, ya que por cuestiones relacionadas con anulaciones o asignaciones suspendidas, dicha cifra fluctúa en ocasiones.

[7].En 1994 había inicialmente 112 mujeres candidatas -que iban como propietarias- a ocupar un curul en la Diputación Federal, según dicho número, el porcentaje de mujeres candidatas a diputadas era 22,4%, tanto el número como el porcentaje fueron superiores a la cifra de mujeres que finalmente quedó en esos puestos de elección popular.

CAMARA DE DIPUTADOS: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 496 46.54 100
Hombres 426 85.88 47.02
Mujeres 70 14.11 46.06
PRI
Total 298 47.09 60.08
Hombres 256 85.90 49.90
Mujeres 42 14.09 44.28
PAN
Total 118 46.16 23.79
Hombres 106 89.83 46.66
Mujeres 12 10.16 45.66
PRD
Total 70 47.49 14.11
Hombres 54 77.14 46.74
Mujeres 16 22.85 48.25
PT
Total
Hombres 10 44.80 2.01

Respecto a la distribución de sexos a la hora de participar en las comisiones y comités de esta cámara parlamentaria, se puede afirmar que del total de 55 comisiones existentes no hay mujeres en 45 de ellas. Las comisiones en donde sí hay mujeres ya sean como presidentas o secretarías técnicas de las mismas son: Artesanías, Cultura, Desarrollo Social, Participación ciudadana, Reconstrucción del Palacio Legislativo, Reforma Agraria y Turismo (Cámara de Diputados 1994b).

En cuanto al estado civil, los hombres solteros o sin pareja son 7.55% del total de los miembros masculinos que componen la cámara, mientras que la proporción de las mujeres sin pareja -la mayoría se declaran solteras pero también hay tres viudas y una divorciada- es notablemente más alta, 56.16%.[8]

Dicha diferencia, numéricamente sustancial, merece cierta reflexión. Como que las mujeres tienen más dificultades para compaginar una vida en pareja y familiar con su carrera política en el ámbito público, o como que en un momento dado deben elegir o una cosa o la otra, y en el caso de que hayan osado entrar a la carrera política. Situaciones ambas, por la que los hombres no suelen pasar o sencillamente ni se plantean, lo máximo son consultas familiares pero nunca bajo el signo del dilema de tener que seleccionar una u otra opción. Todo esto pudiera ser constatado con los testimonios de las mujeres políticas (Fernandez Poncela 1999a). El alto número de políticas sin pareja puede ser comparable con el de las mujeres profesionales en el país (INEGI 1993a).



[8].Esta información fue recabada a mediados de 1996, es por ello que la cifra total de las personas en puestos de diputados no coincide con la dada anteriormente, aquí hay 500 componentes de la cámara, 73 mujeres y 427 hombres. Entre los hombres hay 30 solteros y 397 casados, y entre las mujeres 41 sin pareja y 32 de ellas casadas. Para obtener dicha información se revisaron una por una las fichas de los legisladores, y como nota curiosa y con relación a la diferencia del estado civiel entre mujeres y hombres, uno de los diputados viudos, de su puño y letra escribió tras su estado que en tres meses contraía nuevas nupcias.

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Senado de la República

En el Senado de la República 128 personas representaron al pueblo de México en la LVI Legislatura. Si nos preguntamos sobre la composición según sexo, encontraremos que hay 112 hombres y 16[9] mujeres, lo cual significa 12.5% de presencia femenina en dicha cámara, esto es, algo menos que la de la cámara descrita con anterioridad.

Si nos interrogamos sobre la media de edad del Senado en general, ésta es de 51.04 años, la de los hombres 49.90 y la de las mujeres senadoras en particular 52.19 años, algo más alta. En términos generales el grupo de edad más numeroso en esta cámara es el que va de los 45 a los 54 años, esto es, un poco más elevado que en la diputación.

Ya adentrándonos en las diferencias de sexo y edad en cada formación política allí representada, podemos decir que el PRI cuenta con el número más alto de senadores, 95 en total, lo que equivale a 74.21% de la cámara. Su media de edad también del total de representados es 50.22 años, y el grupo de edad más numeroso es el mismo que corresponde al conjunto del Senado de los 45 a los 54 años. De éstos, 81 son hombres y 14 mujeres, lo cual significa 14.73% de senadoras priístas, siendo también el porcentaje más alto de mujeres por partido político que están presentes en esta cámara. Mientras la media de edad de los hombres priístas es 51.87 años, la de las mujeres es algo inferior 48.57 años en promedio.

El PAN es el segundo grupo en número de senadores presentes, son 24 hombres y una mujer, en total 25 curules panistas, esto es, 19.53% de los senadores. Hay 4% de mujeres panistas del total de las personas pertenecientes a dicha formación política en el Senado, el porcentaje más reducido de mujeres representantes de un partido en la cámara. La media de edad es de 54.35 años, la más alta de las formaciones políticas presentes. En cuanto a los hombres tienen un promedio de 51.70 años y la mujer 57 años. Por otra parte, el grupo de edad que reúne a más senadores de Acción Nacional es el que va de los 45 a los 54 años, al igual también que el mayoritario para dicha cámara; sin embargo, como nota curiosa, esta formación política es la única que tiene un senador que supera los 75 años.

Por su parte el PRD cuenta con un total de 8 senadores, significando 6.65% de representación senatorial para el partido del sol azteca. La media de edad es 48.57 años, la formación con promedio de años más joven de la cámara. Hay 7 hombres y una mujer, lo que representa 12.5% de mujeres perredistas. La media de edad de las mujeres es 51 años, mientras que para los hombres es inferior, 46.14 de años. Esto es, los hombres del PRD es el sector más joven representado en el Senado en esta legislatura no sólo en cuanto a media de edad sino con relación al grupo de edad más numerosos que va de los 35 a los 54 años -ambas décadas con igual porcentaje de representación-. Puede decirse que abarca el grupo de edad promedio de las otras dos fuerzas políticas y la de la cámara en general, pero va más allá en dirección al rejuvenecimiento de un lustro más que los otros representados. En este sentido cabe destacar que es el único de los tres partido que tiene una persona menor de 35 años.



[9].En las listas de las candidaturas electorales de 1994 había un total de 22 mujeres como propietarias a la Senaduría, esto es 17,18% de presencia femenina, los resultados reales de la convocatoria muestran como llegaron menos mujeres al cargo de senadora de la República, lo mismo que sucediera en la diputación.

SENADO: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 128 51.04 100
Hombres 112 87.5 49.90
Mujeres 16 12.5 52.19
PRI
Total 95 50.22 74.21
Hombres 81 85.26 51.87
Mujeres 14 14.73 48.57
PAN
Total 25 54.35 19.53
Hombres 24 96 51.70
Mujeres 1 4 57
PRD
Total 8 48.57 6.25
Hombres 7 87.5 46.14
Mujeres 1 12.5 51

En cuanto a la presencia y participación de ambos sexos en las comisiones de trabajo, no hay mujeres en 46 de las 67 que funcionan. En la comisión de Asistencia Social, por ejemplo, de las tres personas que la componen, las tres son mujeres, es pues la comisión con más presencia femenina. Hay 17 mujeres en posición de secretarias y 6 de presidentas en el organigrama de dichos grupos de trabajo. El número y lugar de las mujeres en estos espacios es significativo, como ocurría en la Cámara de Diputados.

Sin embargo, y a diferencia de ésa cámara, en el Senado la mayoría de sus componentes declararon estar casados, únicamente hay 4 divorciados, 2 hombres y 2 mujeres, y 7 solteros, 3 hombres y 4 mujeres. Así pues, en el tema del estado civil, no se perciben diferencias sustanciales.

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Asamblea de Representantes del DF[10]

De los 66 puestos en total de esta cámara, hay 15 ocupados por mujeres, lo cual significa 22.72% de presencia femenina en la misma. La media de edad gira alrededor de 45 años y la de las mujeres en concreto es de 47 años.

Si separamos por partido político, el PRI cuenta con 39 curules, 9 de ellos son mujeres, lo cual representa 23.07% de mujeres de ése partido en esta cámara. Por su parte el PAN cuenta con 13 representantes y 4 son mujeres que significa 30.76% de éstas últimas. Y finalmente de las 10 personas con que cuenta el PRD, hay dos mujeres entre ellas, representando 20%. El PT y los ecologistas tienen dos curules cada uno, pero no hay mujeres entre ellos.



[10] Hoy Asamble Legislativa del DF. La mencionamos únicamente como ejemplo y ejercicio comparativo con las cámaras del legislativo federal.

ARDF: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 66 100
Hombres 51 77.27 45
Mujeres 15 22.72 47
PRI
Total 39 59.09
Hombres 30 76.92
Mujeres 9 23.07
PAN
Total 13 19.69
Hombres 9 69.23
Mujeres 4 30.76
PRD
Total 10 15.15
Hombres 8 80
Mujeres 2 20
PT Total 2 3.03
Hombres 2 100
Ecologistas Total 2 3.03
Hombres 2 100

A la hora de revisar la participación de mujeres en las comisiones, se observa que hay mujeres en todas ellas -son 33 en total- menos en la de Desarrollo Social. Las que cuentan con más mujeres son la de Educación y Cultura y la de Preservación del Medio Ambiente y Protección Ecológica, con cinco mujeres en cada una. Y las que tienen menos representación femenina son las de Hacienda, Notariado, Uso y Aprovechamiento de Bienes y Servicios Públicos y la de Vigilancia de la Contaduría, con una mujer en cada una de ellas.

Como comentario final, puede decirse que en comparación con el Congreso de la Unión -Cámara de Diputados y Senado de la República-, la ARDF cuenta con un alto porcentaje de presencia femenina (22.72%). Si observamos partido por partido, el PAN tiene la más alta proporción de mujeres en su grupo parlamentario en esta cámara (30.76%) en comparación con las otras formaciones políticas que cuentan con representación parlamentaria y mujeres en sus filas, y en comparación también con las cámaras ya revisadas. Estos porcentajes de entre 20 y 30%, se asemejan a los de otros países considerados desarrollados, o a las cuotas de varios partidos en otras latitudes, y últimamente también en México; por el contrario, muestran una polaridad importante de esas mismas cifras con las de las cámaras federales, como ya ha sido apuntado. Añadir el dato de la presencia femenina en los congresos estatales que para 1999 se calcula en 14.3% (Llanos 1999).

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En los partidos[11]

La media del porcentaje de participación femenina en los órganos internos de los principales partidos políticos -CEN, CPN, CE- era 14.85%, según los datos recabados en 1996. Son cifras similares a las proporciones de mujeres en el Poder Legislativo, como hemos visto en el punto anterior. Para 1999 se observa una presencia de 19.9% -11.8% en el PRI, 18.2% en el PAN y 29.9% en el PRD-.


[11].Para ampliar la temática de este apartado puede consultarse Fernandez Poncela 1995 y 1999a.

PARTIDOS POLÍTICOS: ORGANOS DIRECTIVOS POR SEXO, 1999

Partido político Organo directivo Mujeres miembros Mujeres no %
PRI CEN 101 17 16.8
CPN 363 25 6.8
CE 250 30 12
PAN CEN 43 9 20.9
CPN 273 58 21.2
CE 32 4 12.5
PRD CEN 19 7 36.8
CPN 282 79 28
CE 32 - 25

Quizá lo más destacable es el porcentaje del PRD, que es el partido que cuenta con mayores cifras de mujeres en este ámbito de la política formal y que también coincide con su elevada presencia en el legislativo en general, a pesar de ser la formación política más joven de las tres. Si bien es cierto que en los partidos considerados de izquierda, las mujeres suelen ocupar más cargos en todo el mundo (Fernandez Poncela 1999b). Señalar la estrategia de discriminación positiva que utiliza el PRD desde 1991 renovada en 93-, el PRI desde 1996 y el PAN desde 1999, a través de las cuotas. Así como la existencia de organizaciones de mujeres en el seno de estas tres fuerzas políticas. A esto hay que añadir que ha funcionado aquí la teoría según la cual si un partido incrementa el número de mujeres hay más probabilidades que los otros integrantes del sistema de partidos actúen de forma similar, como por imitación (Fernandez Poncela 1999b).[12]



[12]Esta breve presentación numérica puede complatarse con su revisión histórica (Fernandez Poncela 1995). Pero lo que es más importante, hay que tener en cuenta la vida de las mujeres, sus trayectorias personales y políticas, sus historias de lucha, apoyo y discriminación, cómo son, qué piensan, qué problemas tienen, qué hacen, todo ello relatado, por supuesto, en su propia voz, desde la mujeres políticas, pero y también, en comparación con las vidas de los hombres políticos, además de la visión de éstos sobre las problemáticas de aquellas (Fernandez Poncela 1999a).

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En el discurso político

La opinión y valoración de las mujeres y sus problemáticas, necesidades e intereses en el discurso político, es en primer lugar un acto meramente simbólico. Una estrategia retórica que se encarga de aceptar las demandas de la población femenina y hace un reconocimiento público de la importancia de su presencia política. Si bien es cierto que puede llegar a constituir un primer paso hacia la acción positiva, el animar a las mujeres a participar en la política de forma más activa, impulsando su formación y organización en el seno del partido. Y llegar también a la discriminación positiva, esto es, asegurar su presencia mínima a través de medidas concretas como las mencionadas cuotas (Fernandez Poncela 1999).

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Partido Revolucionario Institucional

Toda participación política de la mujer es revolucionaria en cualquier sociedad, es revolucionaria porque implica cambios profundos en las relaciones hombre-mujer, en las instituciones y en la sociedad en su conjunto (Guevara 1987:181), así inicia una ponencia de una política del PRI. Este partido en su Programa de Acción, en varios puntos reconoce la necesidad de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, haciendo mención explícita a ésta última ahí donde se considera está en condiciones de mayor desventaja. Se declara en lucha contra la discriminación sexual -punto 8 del Capítulo 3-, pugna por el castigo al hostigamiento y al acoso sexual y la creación de centros de atención para las víctimas de delitos sexuales -punto 10 del Capítulo 3-, todo ello en el apartado sobre la justicia y los derechos humanos. En el capítulo laboral, se reclama la igualdad de oportunidades de empleo e ingreso para las mujeres trabajadoras -punto 8 Capítulo 5-. Al abordar la población campesina, pugna por programas que ofrezcan nuevas oportunidades a la realización productiva de las mujeres campesinas -punto 11 Capítulo 6-. También en cuanto a los derechos sociales, la salud materno-infantil es una de las prioritarias, así como programas de atención a la mujer joven pensando en la nutrición y planificación familiar -punto 6 Capítulo 10-. Respecto al combate a la pobreza, las mujeres de menores recursos deben acceder a mejores condiciones y calidad de vida por su influencia determinante en el bienestar familiar y comunitario -punto 12 Capítulo 12- (PRI 1993a).[13]

Por otra parte, en sus Estatutos, se señala explícitamente la participación de mujeres en el partido -artículo 2-, pero además hay un apartado específico que habla de ellas directamente: El Partido se compromete a estimular la participación política y social de las mujeres, para lograr que su creciente integración en los programas y tareas partidarias contribuyan a fortalecer la acción del Partido, como vanguardia política del pueblo. El Partido se compromete a propiciar las condiciones que otorguen a la mujer el trato digno e igualitario que merece como integrante del Partido y se impulse su incorporación a las posiciones de dirigencia, a los puestos de elección popular y a los cargos de la Administración Pública, para que su participación corresponda a su contribución al Partido, a las organizaciones de los Sectores y a su fuerza en la estructura territorial -Capítulo IX, artículo 37- (PRI 1993b:72).[14]

La Plataforma Electoral de 1994, en su punto 5.9 aborda el tema de las Mujeres de forma directa y explícita. Entre otras cosas reivindica el cumplimiento de los derechos que la legislación mexicana las otorga, así como la revisión del marco legal en cuanto a la discriminación laboral y las agresiones sexuales. Vigilar el cumplimiento del derecho laboral, contratación, ingresos, capacitación y salarios, en igualdad con los hombres. Fomentar la educación sexual para la prevención de embarazos y el contagio de enfermedades, e informar en torno a la planificación familiar. Capacitar a las mujeres y sus familias sobre la prevención de enfermedades y la nutrición. Pugnar por la participación social y política, y dar oportunidades para el acceso a candidaturas, puestos directivos y a los procesos de toma de decisiones. Promover la educación sobre la igualdad de hombres y mujeres, cuestionar estereotipos y su responsabilidad exclusiva en el trabajo doméstico (PRI 1994a). Otro documento de la Campaña de 1994, especialmente dirigido a las mujeres, amplia los puntos anteriormente marcados contextualizándolos, y añade cuestiones como las campañas en los medios de comunicación masiva, o la creación de instancias de seguimiento de los programas y acciones específicas, por ejemplo (PRI 1994b). En otro texto preparatorio del documento electoral, se señala a las mujeres como factor de cohesión social, elemento integrador de la familia y transmisoras naturales de los valores y la educación de nuestro pueblo (PRI 1993d).

En las plataformas electorales para 1997, tanto la legislativa federal como la de la Ciudad de México, tratan la contribución de las mujeres a la economía del país, la necesidad de su participación en la toma de decisiones y el derecho a la salud reproductiva, entre otros temas. En su documento para la gubernatura de la Ciudad de México, sí tiene un punto en torno a la mujer en el apartado IV sobre atención a sectores sociales prioritarios y cuyo título concreto es: Asegurar oportunidades de la vida, con equidad, para el desarrollo pleno de la mujer. Como problemática plantea la desigualdad laboral, social y política que las mujeres padecen, hace suya su lucha y se solidariza con ellas, comprometiéndose a incluir el tema en la agenda de la Reforma del Estado. Reconoce así mismo que la participación real de la mujer en la vida pública, tanto en posiciones de representación como en puestos de decisión, no es igual a la de los hombres. Se pronuncia por suprimir los obstáculos socioculturales que derivan de la mínima participación femenina en la vida pública y se requiere aplicar acciones de participación como sería efectivo que, mínimo, el 30 por ciento de las candidaturas a puestos de elección popular sean ocupados por mujeres (PRI 1997a:64). Remarcando también la integración de los hombres a esta lucha y la complementarización de ambos sexos.[15]

En cuanto a las propuestas, se pronuncia a favor de impulsar el cumplimiento del artículo 4º Constitucional, así como de promover medidas legislativas que sancionen la discriminación y derogar aquellas leyes y prácticas en contra de la misma. La aplicación de la ley de Asistencia y Prevención de la Violencia intrafamiliar; la difusión en los medios de comunicación los servios que se prestan en instituciones públicas y privadas sobre asesoría jurídica, gestiones públicas y planificación familiar; el cumplimiento del derecho laboral; las campañas de educación sexual para la prevención del embarazo en la adolescencia; atención sanitaria adecuada para embarazo, parto y lactancia; apoyo psicológico a las víctimas de violencia y violación; promover políticas para las madres solteras, son algunos de los ofrecimientos de este instituto político.

Por otra parte, en su documento para el legislativo, el punto 10.7 que lleva por título, El PRI y las mujeres, es muy amplio, recogemos únicamente algunos aspectos que consideramos destacados e importantes. En principio y en tono similar al texto anterior reconoce el papel social de las mujeres y admite textualmente sus justas demandas, y nuevamente afirma sumarse a sus causas. Asimismo, está de acuerdo en la exigencia de su participación en todos los niveles de la toma de decisiones. Defiende la igualdad jurídica y las reformas necesarias a las leyes; sus derechos; la igualdad de oportunidades; su participación en la toma de decisiones; el no-acceso de más del 70 por ciento de un sexo a posiciones de elección popular o dirigencia partidista; su imagen realista en los medios de comunicación; el cumplimiento del derecho laboral y su protección ante la discriminación laboral, y las agresiones sexuales; contabilizar el trabajo en los hogares, reconocer el trabajo de la mujer campesina, y mostrar la violencia como asunto público, etc.

Más en concreto este apartado contiene subapartados, como el 10.7.1 sobre salud y seguridad social, en el cual sobresale el derecho a la salud, incluida la planificación familiar, la salud reproductiva, y la información, y educación sexual; prevención de enfermedades tales como el cáncer y el SIDA; programas de asistencia materna y de nutrición; derecho de determinar el número de hijos y una campaña de orientación para la planificación familiar entre otras cuestiones. En cuanto al punto 10.7.2, éste versa sobre la educación, garantizando su acceso en igualdad a los hombres, así como programas específicos. En el 10.7.3 se trata el tema de la capacitación y trabajo, donde también se promoverá la actividad productiva a través de varios planes y proyectos, reconociendo explícitamente su contribución no remunerada al hogar, la comunidad y el ingreso nacional. En el 10.7.4 se aborda la cultura, recreación y deporte con relación a las mujeres, y entre otras cosas se habla de eliminar imágenes estereotipadas de ambos sexos. Finalmente, el punto 10.7.5 trata la participación política, donde se especifica promover el acceso de las mujeres a todos los niveles de toma de decisión en las esferas pública, privada y social (PRI 1997b:137).

La orientación de este partido parece centrarse más en aspectos sociales, económicos e incluso políticos -aunque sean éstos los que ocupen menor espacio-, sin dejar de lado también lo que tiene que ver con políticas de población, en este caso para defender la libertad de elección en cuanto al número de hijos, la planificación familiar y la educación sexual. Y mientras en la plataforma a la gubernatura remarca los aspectos legislativos del asunto, en la federal sobresale la participación en la actividad productiva y el reconocimiento de su contribución no remunerada para el país, y además de los aspectos de salud -incluyendo salud reproductiva como decíamos- y educación, la necesidad de una nueva imagen en los medios, y de su presencia en puestos directivos y en todos los niveles de la toma de decisiones.

Aunque en los documentos oficiales de esta formación política se trata de forma explícita y específica el tema de la mujer y la política, es en sus organizaciones de mujeres, como veremos, y en las intervenciones de sus militantes, donde esta cuestión está más profundizada[4]. De hecho y en la práctica ha habido avances no sólo en declaraciones de buenas intenciones sobre la situación de discriminación de la mujer y su superación, sino también en el sentido del acceso de más mujeres a los cargos. El Partido Revolucionario Institucional ha impulsado, de manera creciente, a sus mejores cuadros femeniles a puestos de elección popular en el ámbito municipal, estatal y federal. Cada nueva posición adquirida en los ayuntamientos, en los congresos locales y de la Unión, en el Poder Judicial y en la administración pública de los gobiernos priístas, se convirtió en avanzada del movimiento femenil (Gómez Maganda 1987:215). Esta fuerza política ha estado atenta al tema de las mujeres, en foros y documentos varios, y como veremos también en otras, cada vez más la mujer ocupa más espacio no sólo en cargos, sino también en los redactados, las intenciones y lo que es más importante, las acciones.

En cuanto a sus organizaciones internas y como se señala en los Estatutos de este partido: El Congreso de Mujeres por el Cambio es un organismo político nacional integrante del PRI, incluyente, abierto a todas las organizaciones, grupos, ciudadanas y personalidades femeninas...Es un espacio de coincidencia para la promoción y participación de las mujeres en lo individual y para la interacción de las organizaciones femeninas...El Partido reconoce al Consejo para la Integración de la Mujer como plataforma histórica vigente y canal relevante en la estrategia para el cambio (PRI 1993b:72-73).

Según la definición dada por Hilda Anderson dirigenta nacional del CIM en la entrevista concedida: Es el heredero de ANFER (Agrupación Nacional Femenil Revolucionaria), con mayor amplitud y cobertura de participación de la mujer, eminentemente política, es para promover en la mujer la actitud ciudadana, independientemente de capacitarla en muchos aspectos, en acción electoral, en gestión social, en fin, en muchísimas cosas, hacemos reuniones y conferencias, un concurso de oratoria, fundamentalmente en estos momentos estamos dedicadas a hacer programas para la mujer que les den armas para trabajar. Creado en 1991, tiene como objetivo obrar por las reformas para lograr una mayor participación en un plano de igualdad, equidad y justicia (CIM 1991,1992).

El Congreso de Mujeres por el Cambio data de 1993 y tiene varias metas, entre las que destaca, el convocar, integrar y dar cauce a la acción conjunta de mujeres y organizaciones, con objeto de apoyar una participación amplia y comprometida de las mujeres en la economía, la política y la sociedad del país (Congreso de Mujeres por el Cambio 1994). Según declaraciones de Ma Elena Chapa, su Presidenta Nacional, en la entrevista realizada señala como objetivos integrar a militantes y simpatizantes del partido a las tareas políticas y buscar la igualdad de oportunidades, igualdad en la participación, igualdad en la responsabilidad. Busca la equidad y la solidaridad entre mujeres. Busca integrar a grupos de mujeres en un espectro más amplio: artistas, profesionistas, obreras, campesinas, amas de casa, mujeres jóvenes, estudiantes, para trabajar juntas y por causas que nos son comunes. Está vigente en toda la República, mediante una estructura de presidentas de Congresos Estatales de Mujeres por el Cambio.

En septiembre de 1999 se creó una nueva instancia: el Organismo Nacional de Mujeres Priístas, que entre otras cosas, pretende unificar las expresiones políticas de las mujeres priístas conjuntando los esfuerzos de las dos organizaciones mencionadas, y se piensa como pilar de la movilización ciudadana y de penetración del partido.



[13].Señalar que en su Declaración de Principios no tiene ninguna alusión directa a la mujer como tal. En este documento, como en otros, utiliza un lenguaje masculino, habla de hombres y trabajadores, por ejemplo (PRI 1993c); mientras que en otros textos como los de 1997, si bien en general emplea el género gramatical masculino para referirse a la población en general, en ocasiones también habla de hombres y mujeres, niños y niñas.

[14].En este mismo Capítulo, en el artículo 38 se define al CIM y al Congreso de Mujeres por el Cambio, como organizaciones integrantes del PRI, mismas que abordaremos con posterioridad.

[15] Haciendo un alto, recordemos que la aprobación de la cuota en este partido es de data reciente y tuvo lugar en la Asamblea Nacional de septiembre de 1996 por lo que es precoz en pedir su aplicación en el ámbito en la política en general; sin embargo y por otra parte, sorprende cómo en otoño pasado precisamente un grupo de mujeres hizo campaña al respecto y nada sólido se logró en ése sentido más que declaraciones de carácter general. Por otro lado, sobre la posibilidad de incluir el tema de la mujer en la Reforma del Estado, también en su momento hubo oportunidad y no se hizo.

[16].Por eso, dentro de la lucha de la mujer por la igualdad, aspiramos a participar no únicamente como militantes, sino como dirigentes, porque sólo afrontando grandes responsabilidades podremos demostrar, con hechos, nuestra capacidad a todos aquéllos que piensan todavía que la política es un coto reservado a los varones...En resumen: ante el arribo irreversible de las mujeres a la vida política, ante el avance científico y tecnológico que tiende a borrar en la práctica el estereotipo de lo femenino, ante la necesidad de aprovechar el talento de las mujeres desperdiciado en labores triviales, nuestro Partido tiene que ir a la vanguardia de este movimiento, como lo ha hecho en muchos otros, reforzando sus políticas de incorporación de la mujer, autocriticando sus formas de actuación y aprovechando el trabajo político de las mujeres como factor de renovación, para hacer de la política la actividad más digna que han concebido los seres humanos para la solución pacífica de sus conflictos...Estamos seguras que los hombres de nuestro Partido seguirán demostrando con hechos que desean otro status para la mujer, que nos estamos convirtiendo de verdad, en sus compañeras de Partido. (Guevara 1987:184-185-186)

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Partido Acción Nacional

Por su parte el PAN, no tiene en los documentos básicos de sus principios, estatutos o programa, ninguna alusión directa ni indirecta a la mujer. Y en el punto que tal vez podría tratarse el tema, en la familia, se habla de los hijos como responsabilidad de ésta y del Estado como responsable también de aquélla -como veíamos en la transcripción de un párrafo anterior el PRI sí asocia la mujer a la familia- (PAN 1988,1995a,1995b,1995c)[17]. Tampoco en la Plataforma Política de 1994, aborda la temática de manera explícita (PAN 1994). Donde sí se establece relación entre la mujer y la familia es en algunos textos que presentan la situación de la mujer en el país de forma genérica: La mujer es en el destino de la familia un factor decisivo (PAN 1996:6), en relación básicamente en este caso a las familias monoparentales.

En cuanto a sus plataformas electorales para el DF y el legislativo, esta formación política remarca su posición contraria a las políticas de población y a la violencia intrafamiliar. En su plataforma del DF aborda el tema de la mujer concretamente en dos apartados el 3.04 sobre política poblacional y migración, y en el 3.08 sobre la familia, ya que no cuenta con un punto específico en torno a la mujer. En el primero, cabe destacar el énfasis en la paternidad responsable y la cohesión familiar por una parte, y de otra la clara y directa alusión, ya en la materia de lo que son sus propuestas de gobierno de: Sancionar de acuerdo a la Ley la práctica del aborto y la introducción de dispositivos intrauterinos sin autorización, la prescripción de anticonceptivos con desconocimiento del usuario y toda otra medida de control de población tomada unilateralmente por alguna autoridad o médico, con y contra la libertad de la familia para decidir el número de hijos que pueda sostener responsablemente (PAN 1997a:74).

En la otra sección mencionada, se refiere a la familia como unidad social natural básica, con un papel fundamental en la formación de la persona y la conformación de la sociedad. Aquí habla de la extensión y frecuencia del fenómeno de la violencia intrafamiliar, desde la agresión física hasta la explotación laboral o sexual, que no han recibido la atención debida. En este punto tiene propuestas legislativas y de gobierno, en las primeras recoge la modificación de leyes y códigos del DF, que señalen un reparto inequitativo de responsabilidades en el hogar o implican una distinción de género (PAN 1997a:75). Entre las segundas hay que señalar tres cuestiones, de una parte el diseño de un programa para promover y respetar la igualdad de derechos humanos entre los miembros de las familias, y cita a la mujer y a los hijos de manera particular. De otra parte la expedición de una ley de asistencia y prevención de la violencia intrafamiliar. Y finalmente propone Implantar un programa de adopción de niños no deseados para evitar el aborto y revisar los procedimientos requeridos para la adopción a fin de hacer más sencillos estos trámites.

Siguiendo con esta misma formación política pero ahora en la plataforma legislativa federal, nuevamente el tema de la mujer no está recogido bajo un título concreto, sin embargo, en el capítulo sobre salud y asistencia social, entre sus propuestas destaca la modificación de los artículos 4 y 14 de la Constitución para añadir lo del ser humano desde la concepción hasta su muerte (PAN 1997b:102). En clara relación esto con lo que veíamos en la plataforma districtal anteriormente expuesta. Todas ellas temáticas que de una u otra manera tienen relación con el cuerpo femenino y sus derechos ante la violencia y la maternidad; como que todo queda en la familia, pues tanto la citada violencia como los aspectos de la reproducción biológica tienen en principio que ver con la esfera doméstica o privada, a pesar o sin perder de vista que se trata de cuestiones que atañen también al ámbito público. Llama la atención la idea-fuerza que reitera su discurso con relación a la prohibición de la interrupción voluntaria del embarazo y el reconocimiento de los derechos del feto sobre los de la mujer, el hombre o la pareja.

Así, podría decirse que la principal preocupación de este partido en relación con las mujeres se circunscribe a las políticas de población y la acérrima defensa de la libertad del número de hijos, y como contraparte la sanción de la práctica del aborto y de los métodos anticonceptivos como medida unilateral. Y en segundo lugar, la preocupación por la igualdad en el seno familiar y la violencia en este espacio.

Este partido cuenta desde 1985 con una Secretaría de Promoción Política de la Mujer, cuyos objetivos, entre otros, son alimentar la vocación política de la mujer y capacitarla para su plena integración al partido y como candidata a puestos de elección popular -artículo 1-. Sus funciones básicamente son de organización y capacitación (PAN 1989). Pese a no estar contemplada la problemática de la mujer en sus textos principales, sí se ha tenido en cuenta la situación de la mujer en actividades, reuniones y otros documentos, y entre otras cosas se es consciente de que las mujeres mexicanas llevamos siglos de prejuicios que actúan en nuestra contra y nos enfrentamos a realidades nuevas y complejas que debemos aprender a manejar (Magrassi 1989:14), como se dijo en las palabras de bienvenida en un foro sobre la mujer. Recordemos como el PRI también señalaba el importante peso de los prejuicios culturales, como hemos indicado anteriormente. Pero será el PRD en sus plataformas del 97 el partido que quizás subraye con más fuerza estos aspectos de tanto peso y tan poco abordados y trabajados. En este mismo sentido, se considera que las tradiciones culturales son todavía de los impedimentos y que para superarlo es necesario involucrar a los varones en la promoción de la mujer (Alvarez 1989:96). Y es Acción Nacional también el partido que más se ha preocupado de hacer estudios sobre las mujeres en su seno a modo de recopilación histórica de su presencia, así como, la cuantificación de su importancia numérica y su peso cualitativo en cuanto a actividades y responsabilidades de carácter interno (PAN 1990,1992,1996).



[17].El lenguaje de sus textos oficiales, utiliza comúnmente el término de personas y seres humanos, no de hombres y mujeres, su estilo evita también la aplicación del género gramatical masculino. Sin embargo, por ejemplo en la Plataforma de 1994 emplea el vocablo Hombres y con mayúsculas en su primer párrafo, en otros documentos posteriores usa también comunidades, creación humana, ciudadanía.

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Partido de la Revolución Democrática

Respecto al PRD, es el partido que tiene mayor representación femenina en el legislativo y en sus órganos internos directivos -como ya se ha mostrado-, además de contar con antiguas luchadoras por los derechos de la mujer en sus filas también las tiene el PRI- presenta una propuesta de avanzada sobre el tema. Recientemente (1996) se creó la Secretaría de la Mujer, como una instancia de trabajo en la participación femenina, con el objetivo de impulsar una visión de género que se concretara en lograr la igualdad de oportunidades y derechos de las mujeres, al interior del partido y a lo externo (PRD 1996)[18]. En sus Estatutos recoge la no-discriminación por razones de sexo, entre otras, y en su artículo 8 hace mención explícita al respecto: El Partido hará todo esfuerzo por establecer la representación equilibrada de hombres y mujeres...(PRD 1995:12).[19]

En su Programa también hay una alusión directa a las mujeres, como un sector social que con mayor fuerza ha hecho sentir su presencia en los cambios de nuestra sociedad, y al mismo tiempo uno de los más castigados por las políticas de desempleo, bajos salarios y desmantelamiento de los derechos e instituciones de protección civil. Los derechos laborales, la salud, la protección jurídica, hostigamiento sexual, violencia, violación, agresiones sexuales, información y libertad de decisión para las mujeres sobre su propia maternidad, son algunas de las demandas que subraya el partido del sol azteca. También aboga por su plena participación en la vida pública. Y como las fuerzas políticas anteriores, comparte la convicción en la necesidad de cambiar las costumbres patriarcales de opresión, relegamiento o violencia contra las mujeres y en la familia, pero el PRD afirma que la organización de las mujeres mismas, que ha avanzado mucho en los últimos años, combinada con esas políticas, será el instrumento principal para progresar en esos cambios y para afirmar los derechos de las mujeres en todos los terrenos (PRD 1993:111)[20]. Esta formación política fue la primera en establecer una cuota, en su Primer Congreso (1991), de 20%, que en su Segundo Congreso dos años más tarde elevó a 30% de presencia mínima de uno de los dos sexos tanto para las listas de candidaturas a puestos de elección popular, como para la presencia de mujeres en los órganos partidarios.

La Plataforma Electoral de 1994 toma en cuenta la situación de la mujer, no sólo en un apartado o punto sobre el tema, sino a lo largo del redactado, como por ejemplo cuando habla de los estragos sociales del neoliberalismo y la feminización de la pobreza (PRD 1994:10), entre otras cuestiones. En la propuesta de gobierno de este documento y en el capítulo de lo social, se habla directamente de Garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, promoviendo un nuevo marco legal que reglamente explícitamente el principio constitucional de no-discriminación por razones de sexo con el objetivo de que las mujeres se integren en condiciones equitativas a la vida social y al trabajo productivo (PRD 1994:57). Así mismo reitera la promoción de reformas legales para que exista una representación mínima y obligatoria de 30% en los órganos de representación popular, cuerpos directivos de las instituciones públicas, educativas y partidarias en todos sus niveles.

El PRD en sus plataformas electorales de 1997, remarca como temas nodales la participación política de las mujeres, la producción, los derechos reproductivos y la importancia central de la cultura para el cambio. Concretamente en su texto para el DF, cuenta con un punto en torno a la problemática de la mujer, el 1.7 La mujer y sus derechos. Dicho apartado está a su vez subdividido en temáticas, la primera es con relación a la educación, y se compromete a proporcionar oportunidades iguales e impulsar una política no-sexista que erradique los conceptos y actitudes discriminatorias (PRD 1994a:36). En otro apartado plantea el aspecto laboral, promover la transmisión de patrones que revaloricen el papel de la mujer y la ayuda mutua en las tareas en todos los ámbitos de la vida cotidiana; se pronuncia en contra del hostigamiento sexual; prohibición del examen de no-gravidez para acceder a un trabajo; vigilar las prestaciones de salud; y apoyos a los hogares con jefatura femenina, entre otros aspectos. Otra cuestión se relaciona con lo social, y abarca desde la lucha legislativa en contra de la violencia intrafamiliar, hasta mayores sanciones a la violación. En materia de derechos humanos se asume la eliminación de la discriminación en políticas concretas. Con relación a la maternidad dice textualmente: Ya que las instituciones públicas en algunos casos han obligado a las mujeres a utilizar métodos anticonceptivos definitivos, el PRD pugnará por el derecho a decidir libre y responsablemente en número de hijos que se desean tener, también promoverá por el derecho a ejercer una maternidad libre y voluntaria, e impulsará la obligación de la sociedad y el gobierno de proporcionar las condiciones adecuadas para que los niños puedan sobrevivir y desarrollarse sanamente (PRD 1997a:39). El último subapartado versa sobre la participación política de las mujeres en donde señala su compromiso en el sentido de que impulsará la democratización plena de nuestra ciudad, incluyendo a las mujeres y sus derechos; además incorporará a las mujeres en todos los órganos de gobierno y de representación popular, cargos de dirección y decisión en igualdad de oportunidades y criterios que los varones (PRD 1997a:39). Como vemos este último tema sobresale, igual que en el partido anterior, y con relación a otros documentos en general o plataformas electorales en particular del pasado de ambas formaciones políticas.

En su plataforma legislativa también cuenta con un apartado específico, 1.8.1 que incluye los derechos de las mujeres y la niñas. Hay que subrayar la propuesta de la creación de un Instituto Nacional de la Mujer como instancia coordinadora de las políticas públicas en el ámbito de la mujer, dirigido por un consejo ciudadano. Como espacios en los cuales se ha de luchar contra la discriminación, señalan el político, el productivo, los derechos reproductivos y el cultural. Considera que las mujeres como ciudadanas con plenos derechos no son reconocidas y no están presentes en los ámbitos de decisión, propone la utilización de las medidas de acciones afirmativas para garantizar su presencia equilibrada en las instancias de poder. Considera de vital importancia la educación de las niñas, con objeto de prevenir y revertir la situación de pobreza de las mujeres en épocas de crisis; así como, la integración al trabajo en igualdad de condiciones y apoya la no-discriminación laboral y su reglamentación. Defiende derechos de campesinas e indígenas, y el acceso de las mujeres a los programas sociales. Reconoce los derechos reproductivos, la educación sexual de la pareja, la decisión responsable del número de hijos, y el ejercicio de una maternidad libre y voluntaria. Se declara contra la violencia intrafamiliar y por su legislación, así como sanciones más severas contra la violencia y los delitos sexuales, también en esto idéntico al documento anterior. En general propugna cambios en la educación, los medios de comunicación, la familia, ya que se ha de luchar contra una cultura de prejuicios, ignorancia y opresión en el combate contra la desigualdad de las mujeres. Es por ello tan importante iniciar este cambio desde la educación de las niñas y en el seno de la familia.

Este Instituto político también da un gran valor al espacio laboral y político, toda vez que no olvida la violencia y los derechos reproductivos, así como la educación de las niñas para prepararlas. En cuanto a los derechos reproductivos recoge de forma interesante dos aspectos, como el PAN se declara en contra de la obligación -en el otro partido eran las medidas anticonceptivas tomadas de forma unilateral- de los métodos anticonceptivos -aquí cita definitivos-, pero como el PRI parece estar a favor de la libre decisión el número de hijos y la educación sexual; a lo cual añade explícitamente lo de la maternidad libre y voluntaria, esto es, un paso más en cuanto a los derechos de decisión de las parejas y las mujeres. Como vemos se habla de la libertad de decidir responsablemente el número de hijos, mientras para los panistas era la libertad de decidir el número de hijos que pueda sostener responsablemente. Es lo mismo pero invertido, la libertad para tener o para no tener, ésa es la cuestión. La proposición de una institución específica sobre la temática, y especialmente el trato a la cuestión cultural, son dos aspectos que lo caracterizan. Este segundo elemento cuenta con una especial atención en la plataforma federal ya comentada, es una solución de largo alcance pero como insinúa empieza ahora y en parte con la educación de niñas y niños. El tener presente los distintos tipos de familia, la jefatura de hogar femenina y la problemática de las campesinas, con aspectos que comparte con el PRI.

Además, esta formación política ha promovido reuniones y discusiones, de donde se han extraído propuestas para el programa del partido, entre ellas, la igualdad en la política; los derechos humanos desde la dimensión del género; la igualdad en la diversidad, la lucha de las mujeres por el desarrollo sustentable; los derechos plenos para las trabajadoras; las mujeres en el medio rural; la mujer, la cultura y la educación; los derechos reproductivos; la violencia sexual, etc. (PRD 1996).

En el Primer Congreso Nacional de Mujeres del PRD, el partido, entre otras cosas reiteró: la necesaria participación de las mujeres en la transición hacia la democracia como imperativo para garantizar la equidad e igualdad de género en el ejercicio de los derechos sociales, económicos y políticos (PRD 1999:21).

En todo caso, se constata en los redactados aquí presentados, que hay un avance cuantitativo y cualitativo con relación a la aparición explícita de las mujeres y sus preocupaciones en el discurso político, en su diversidad y con su discriminación, y especialmente en las propuestas de soluciones. Este mismo ejercicio aplicado en las entrevistas a hombres y mujeres políticas presenta resultados similares. Sin embargo, en los testimonios cualitativos también se recoge directamente la realidad y el sentimiento de discriminación de las mujeres al insertarse en la política, y de manera especial en su tránsito hacia el cargo político. Mujeres que en ocasiones jamás habían percibido la discriminación en sus vidas por el hecho de ser mujer, en este punto es cuando ven y viven la problemática de su sexo (Fernandez Poncela 1999a).



[18] Su tardanza en este aspecto tiene que ver con las reticencias en torno al coorporativismo que esta fuerza política posee.

[19].A pesar de este reconocimiento explícito, en general el lenguaje empleado en sus documentos está en género gramatical masculino, y se habla del afiliado y de los candidatos, por ejemplo (PRD 1995). Sin embargo, algunos hablan de hombres y mujeres en algunos puntos combinándose con el masculino, por ejemplo, mexicanos o ciudadanos (PRD 1993). En sus más recientes documentos de campaña se vale de ambos géneros gramaticales con gran asiduidad (PRD 1997a,1997b).

[20].Y prosigue el texto citado con anterioridad, añadiendo: Como una de las formas para que avance esa organización, el PRD considera que se debe implantar legalmente la norma de una representación mínima obligatoria de un 30% para uno u otro género en los cuerpos colegiados de las instituciones nacionales, municipales, educativas y partidarias (PRD 1993:111-112).

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En instituciones

En diversas épocas y gobiernos, ha habido instancias señaladas como las encargadas de las mujeres. En 1996 se creó el Programa Nacional de la Mujer (PRONAM 1996), y dos años más tarde la Comisión Nacional de la Mujer (CONMUJER), que tiene por objeto el seguimiento del primero, todo esto en el ámbito federal (Díaz 1999). En el DF, por ejemplo, en 1997 se organizó PROMUJER (Programa de Participación Equitativa de la Mujer) que en 1999 se reconvirtió en Instituto de la Mujer.

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Estilos de liderazgo

Los estilos de liderazgo es otra de las cuestiones que interesan en los últimos. No hay consenso sobre el tema. El debate y la polémica están abiertos en este punto. Desde las voces que señalan que las mujeres son más honradas, menos corruptas y más sensibles a ciertos temas sociales, además de más avanzadas en cuestiones ideológicas y más proclives a reivindicaciones feministas o que defienden intereses de mujeres, hasta las que apuntan todo lo contrario. El caso es que hay pocos estudios al respecto, entre otras cosas y seguramente, porque hay escasos casos de estudio para recabar información empírica de la realidad. Diferentes situaciones requieren distintos estilos de liderazgo (Genovese y Thompson 1997). Desde una posición sociobiologicista se declara la bondad innata de las mujeres y la conveniencia de que éstas asciendan en la jerarquía política (Fukuyama 1999). Varias políticas europeas indican al respecto que las formas de las mujeres son menos autoritarias, más cooperativas, pero también reconocen que hay ejemplos contradictorios (Fernandez Poncela 1999a). Como vemos la moneda todavía parece estar en el aire.

En México hay también diferentes posiciones al respecto, vamos a utilizar aquí dos de ellas, quizás las más contrapuestas teniendo en cuenta que en medio hay una amplia gama, que llega en su mitad a la duda, esto es aquellas personas que no tienen todavía una clara postura al respecto.

Según algunas mujeres, la presencia femenina en la política daría un toque servicial a la misma, cada mujer que llega a ser diputado, tiene ante esta primera decisión la oportunidad de aprovechar los dotes naturales de su ser femenino y emprender el camino por el sendero difícil y estrecho, poco transitado, del servicio generoso a los demás, o de negarse a esta posibilidad y dejarse llevar cómodamente por la amplia vía del halago, la oferta, las prebendas...En conclusión podemos decir que la presencia de la mujer en la vida pública es buena, positiva, enriquecedora para la sociedad y para la patria, cuando nos comprometemos plenamente en la fecunda alegría de servir. (Aranda 1992:4 y 9)[21]

Otras mujeres, y desde otras concepciones o partiendo de posturas diferentes a la anterior, difieren bastante, como para dejar claro la heterogeneidad y diversidad del ser mujer, así como, de las perspectivas de las mujeres políticas en cuanto a los efectos de la inserción de su sexo en la arena institucional: si revisamos las conductas que como gobernantes o jefes de Estado han tenido grandes figuras femeninas en la historia del poder en el mundo, encontraremos que, en lo general, se comportan como jefes de Estado, pues en el ejercicio de esta función fue irrelevante su condición femenina ya que sus decisiones obedecieron a la lógica del poder que requirió la estructura que representaron, para legitimarse y/o consolidarse, según la época y caso de que se trate (Paredes 1990:6). Se trataría de revisar cómo, en el trayecto de la historia, no ha habido un modo de ejercicio del poder precisamente femenino; es decir: cómo la condición femenina individual no ha modificado el ejercicio que se hace del poder, cuando una mujer ha estado en posiciones de mando (Paredes 1989:309).[22]



[21].Hay una sola cosa que debe hacer, ser auténticamente mujer con todo lo que ello implica: Echar mano de sus características femeninas; aprovechar las capacidades propias de su naturaleza; cultivar sus virtudes; acrecentar sus cualidades y luchar contra sus defectos: poner al servicio de los demás su espíritu fuerte, su tenacidad en el esfuerzo, su rebeldía ante la justicia, su capacidad de entrega, su inteligencia viva, su generosidad y espíritu de sacrificio (Aranda 1992:5). En el campo de la representación, que muchas veces se convierte en gestoría, la mujer tiene grandes ventajas porque posee una cualidad muy importante, la perseverancia. En México, por desgracia, la solución de los problemas requiere de una gran dosis de paciencia y si no perseveramos en el intento, muchísimos trámites fracasarían en la maraña burocrática (Aranda 1992:6). En el campo de las relaciones humanas, el papel de una mujer diputada es ciertamente invaluable cuando sabemos ejercer nuestras dotes naturales, de tacto y delicadeza. La sonrisa que dulcifica las agrias discusiones; la palabra suave que modera las intemperanzas; el detalle amable que hace acogedoras las largas jornadas de trabajo; la pregunta atinada; el silencio expresivo; la retirada prudente, son rasgos femeninos que propician diálogos y permiten consensos que parecieran imposibles. (Aranda 1992:6)

[22].Las mujeres, cuando arriban a la cúpula del poder, y ejercen posiciones realmente relevantes, en términos generales, responden a los patrones ideológico-políticos de la organización política que representan y que fue soporte para su ascenso (Paredes 1990:7).

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Cultura y participación política[23]

Actitudes y valores políticos

Democracia versus autoritarismo

Según la pregunta de nuestra propia encuesta que intenta mostrar las tendencias democráticas o autoritarias existentes y predominantes en México hoy, encontramos que la respuesta es significativa en el sentido que 20,5% de los encuestados, esto es, una quinta parte eligió una autoridad fuerte, mientras 18,8% afirmó no saber y 60,7% -tres quintas partes- se decantó de manera favorable hacia un gobierno de carácter democrático. Si bien la democracia ocupó un primer lugar, el alto grado de desconocimiento o no posicionamiento, según se mire, y el de los que mostraron su acuerdo con la segunda opción se puede considerar elevado, o por lo menos, motivo que invita a la reflexión (Cuadro no1).

Las diferencias según sexo -hombres y mujeres- apuntan a un mayor número de hombres que señalaron un gobierno democrático, mientras algo más de mujeres que de hombres respondieron no saber, no hay diferencias en cuanto al sexo de las personas que seleccionaron una autoridad fuerte.[24]

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Afiliación

Si desagregamos por sexo los diferentes apartados de esta múltiple pregunta en torno a la afiliación política (Cuadro no2), se ve como hay pocas diferencias. Aunque la afiliación partidaria y la sindical cuentan con un mínimo porcentaje diferencial que indica que hay más mujeres que hombres no afiliados a éstas organizaciones. Mientras la que se refiere a la asociación civil es prácticamente idéntica la presencia entre ambos sexos.

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Interés

Si los datos sobre el interés hacia la política los comparamos por sexo (Cuadro no3), se observa que el desinterés si bien es entre los hombres y las mujeres, más de la mitad de la muestra respondió poco o nada, hay pequeñas diferencias entre los sexos, subrayando no obstante que destacan las similitudes. Por ejemplo, entre las respuestas mucho -10,4 de hombres ante 7,8 de mujeres- y regular -26,9 ante 23,5- hay un poco más de hombres que de mujeres, mientras en las que señalaron poco -30,8 frente a 25,6- o nada -37,8 frente a 27,1- sobresale la población femenina ante la masculina. Lo cual se corrobora con la creencia también existente de que las mujeres tienen menos interés en la política que sus homólogos masculinos. Las diferencias en ningún caso sobrepasan los 10 puntos porcentuales, lo que destaca es el desinterés de la población en general como rasgo mucho más distinguido, pero en segundo plano no hay que dejar pasar las diferencias que se perciben entre mujeres y hombres, las cuales hay también que tener en cuenta.

Entre los sexos predominan las semejanzas, como en la pregunta anterior, cuando se interrogó sobre el estar informado o no (Cuadro no4). No obstante, si se contemplan las respuestas, siempre un poco más de mujeres que hombres no están nada informadas y un poco más de los segundos que de las primeras se consideran muy informados, informados, regular o poco informados; aunque en algunos grados las diferencias sean realmente mínimas e insustanciales, y únicamente en las respuestas extremas es donde se perciba un poco más la distancia.

Sobre qué tan a menudo habla de política, no hay grandes abismos entre las actitudes generales de la población en su conjunto y las diferencias que pudieran apreciarse entre los sexos (Cuadro no5). Pero como viene siendo costumbre, entre las pequeñas distinciones encontradas, se reitera la tendencia que señala que los hombres hablan todos los días y a veces, más que las mujeres, mientras éstas no lo hacen nunca, en mayor proporción que los hombres. De hecho, el doble de ellos que de ellas habla todos los días, dentro claro está, del reducido porcentaje de la población que respondió en ese sentido.



[23] En este apartado analizaremos los datos de una encuesta nacional aplicada en 1996. Su realización tuvo lugar gracias al apoyo de CONACYT a un proyecto sobre Participación y cultura política de las mujeres en México. Aquí únicamente tomaremos algunos datos. Para una más amplia revisión, como su comparación con estudios sobre el tema en otros países o en México en fecha anterior, o respecto de las diversas variables utilizadas en la encuesta, consúltese Fernandez Poncela 1997. Y para la metodología básica del sondeo véase al anexo correspondiente.

[24].Hay que destacar aquí la importancia de porcentaje de mujeres que dicen no saber, ya que esto es muy importante y significativo, como veremos a lo largo de este apartado.

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Comportamiento y preferencias electorales

Respeto e importancia del voto

Las respuestas obtenidas muestran como la mayoría de la población no cree en la limpieza electoral y considera que no se respeta el voto, ya que 62,4% dijo que no frente a 26,7% que afirmó que sí y 10,9% adujo no saber. (Cuadro no6). La misma respuesta desagregada por sexos apenas muestra discrepancias significativas.

Si miramos la respuesta a la pregunta sobre la importancia del voto,la mayoría de la población considera muy importante (32,7%) o importante (30,8%) el voto, esto es 63,5% en total, luego le siguen los que lo consideran regular, poco o nada importante, éstos en último lugar (9,8%). Apenas nadie alude a la respuesta no sabe (0,6%) que en otras preguntas alcanza porcentajes aunque no mayoritarios, sí a veces, relativamente significativos o por lo menos para tener en cuenta y desencadenar la reflexión (Cuadro no7).

En función del sexo de la persona encuestada, se ve que algo más de hombres que mujeres lo consideran muy importante, importante el mismo número para ambos sexos; mientras regular algunas mujeres más, y en poco y nada hay algo más de hombres; para finalizar con un no sabe en el cual algo más de mujeres que de hombres responden de dicha forma. Si bien las diferencias son mínimas, y por supuesto escasamente relevantes, se sigue percibiendo cierta tendencia, en el sentido de un relativo alejamiento algo mayor de la política por parte de la población femenina que de la masculina, aunque y como hemos estado viendo en este texto, la segunda también parece bastante alejada y ajena a la política formal e institucional en varios aspectos, y básicamente éste distanciamiento por parte de la población en general sería lo más remarcable.

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Participación electoral

De los datos obtenidos, en torno a cuántas veces ha votado (Cuadro no8), 13,3% dijo que nunca había acudido a depositar su voto, y el resto votó en alguna o varias ocasiones.

La gran mayoría de la muestra analizada afirmó que sí votó en 1994 (80,2%). Recuérdese que los datos de las elecciones llevadas a cabo fueron 77,77% de participación sobre el número de las personas empadronadas, con lo que en esta cuestión en concreto esta muestra coincide con la realidad[25]. El total de los que dijeron no haber votado en esa ocasión fue 19,8%. De éstos últimos, la mayoría señaló el inconveniente de no tener la edad, le sigue los que no poseían credencial, los que no pudieron ir, y los que carecían de interés en acudir a votar (Cuadro no9).

Si separamos los sexos a la hora de revisar las respuestas apenas hay diferencias, y esto vale tanto para el número de votantes como para las causas de los que no lo hicieron. Quizás entre los que no tenían la credencial hay algo más de mujeres que de hombres al igual que los que señalan no tener interés, por otra parte de las personas que dijeron no haber podido ir hay más hombres que mujeres, pero las diferencias son poco o nada significativas.

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Motivos e influencias para el voto

Un cuarto de la población consultada en esta muestra (25,5%) dijo que el motivo principal de su voto era por el cambio, en segundo lugar (21,8%) por el programa del partido político en cuestión, en tercer lugar (16,1%) por costumbre y en cuarto (15,7%) por el candidato. Según estos datos parece valorarse mucho el cambio por una parte, esto es, un cambio político a través de las urnas, y de otra, el programa y el candidato, lo que significa que se tiene conocimiento aparentemente de las propuestas partidarias y las personalidades que las encabezan y representan. También la respuesta por costumbre tiene un peso importante en las explicaciones obtenidas, pero y esto es muy importante subrayarlo, tras el cambio (Cuadro no10).

Al desagregar por sexo dicha información, se observa cómo viene siendo habitual en estas páginas que en la opción no sabe hay mayor número de mujeres que de hombres, remarcándose nuevamente el distanciamiento aparentemente mayor de éstas de la política formal -si bien los porcentajes son realmente mínimos-. En la explicación por el programa y el candidato, también hay un poco más de hombres que de mujeres -21,7% ante 20,9% y 16,1% ante 14,6%, respectivamente-, aunque la diferencia es reducida. De otro lado, más mujeres dijeron en mayor proporción por costumbre y menos por el cambio que hombres lo hicieron -17,7% frente 13,7%, 24 frente 26, respectivamente. Si bien en ese último punto la diferencia no es mucha, se parece confirmar la consideración de la tendencia que se tiene en este sentido: las mujeres en todas las encuestas dicen votar más por costumbre que los hombres, mientras en la razón de por el cambio, los sexos invierten su tendencia. Si bien parece que ésto está cambiando.

Esto es, se establece una correlación entre las mujeres que justifican su elección sobre la base del continuismo y por lo tanto la reproducción del orden social establecido por una parte, y de otra, la intención de voto masculino que apuesta más por una transformación y un cambio del mismo a través de su opción político-electoral. Lo cual se plasma en la elección de determinadas formaciones políticas: el PRI que es la reproducción del orden social establecido, y el PAN y PRD, que significarían un cambio del sistema en sí, aunque en distintas direcciones, como veremos más adelante con relación a las preferencias partidarias.[26]

Sobre las influencias, el 64,6% de la población dijo que nadie, esto es, la mayoría de las personas consideran que no se las influye a la hora de sufragar. En segundo lugar, con mucha diferencia, están los medios de comunicación (9,6%), que evidentemente ejercen cada vez más su influjo en los votantes y futuros electores a lo largo de las campañas. En tercer lugar, y a más distancia todavía, se sitúa el candidato, seguido por la familia, el partido y la pareja, pero ya con muy reducida distinción entre unas opciones y otras. (Cuadro no11)

En esta ocasión, nuevamente las diferencias entre los sexos son pequeñas, los hombres tienen un porcentaje un poco mayor que las mujeres en la respuesta nadie, así como en el partido y candidato, con relación también a las motivaciones que eran mayores para ellos en estas dos últimas opciones. Mientras la influencia de los padres, familia y medios de comunicación parece un poco más sentida entre las mujeres.

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Tendencia ideológica[27]

En primer lugar, podemos decir que una alta proporción de la población consultada dijo no tener ninguna tendencia política, así respondió 34,7% de la opinión pública general, mientras 25,8% dijo no saber, esto es, en total suma 60,5% las personas que no se comprometieron o señalaron tendencia política alguna, la mayoría. En segundo lugar, de las tres tendencias indicadas en la pregunta, el primer lugar lo ocupa la derecha con 13,4% seguida de cerca por el centro 11,3%, y en tercera posición la izquierda 7%. Finalmente, 7,8% se declaran independientes, casi un empate técnico con la última opción señalada (Cuadro no12).

La misma cuestión desagregada por sexo, arroja como tanto en las tres tendencias existentes y aquellos considerados independientes, hay siempre un porcentaje algo mayor de hombres que de mujeres. Sin embargo, en la respuesta ninguna, las mujeres crecen un poco frente a los hombres de esta opinión, y en el no sabe, las mujeres son más (31,8%) que los hombres (19,5%). Hay que tener esto presente, la respuesta mayoritaria de las mujeres es ninguna (35,2%) con todas las explicaciones que a ello quieran o puedan darse; sobre todo y teniendo en cuenta la adjudicación tradicional de conservadurismo que en la política ha tenido y tiene la población femenina en general.

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Simpatía partidaria

El más alto porcentaje en las respuestas obtenidas dijo que simpatizaba con el PRI, 34,5%, esto es, un tercio de la población consultada. En segundo lugar, 28,3% dijo que ninguno, este alto número pudiera obedecer a que se trata de una encuesta realizada en época o período no electoral, de ahí que la gente no tenga tan presente los partidos políticos, mientras que durante las campañas se halla bombardeada de información electoral y tiene más frescos los nombres de las formaciones que contienden y también su propia elección. Le siguen el PAN (19,4%) y el PRD (10,3%) en cuanto a simpatías políticas se refiere (Cuadro no13).

El mismo interrogante según sexo muestra cómo las mujeres afirman tener algo más de simpatía por el PRI, aunque realmente no es significativa la diferencia, similar simpatía por el PAN, y menos simpatía por el PRD, que los hombres. También en la respuesta no sabe, es algo más numerosa la población femenina que la masculina, como es habitual.

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Voto

Casi la mitad de la muestra dijo haber votado para presidente en 1994, por el PRI (49,5%), le siguió en segundo lugar el PAN (25,9%) y en tercera posición el PRD (13,1%). Esto es, un elevado porcentaje votó por el partido en el gobierno, que fue el que obtuvo el triunfo electoral en esa convocatoria, coincidiendo en orden y relativamente la proporción de esta encuesta con los resultados reales obtenidos en las elecciones que fueron: 48,77% por el PRI, 26,69% por el PAN y 17,08% por el PRD. También coinciden estas respuestas con las dadas a la pregunta anterior en torno a la simpatía partidaria de la población en general, si bien y como por otra parte es natural, se mantiene el orden y la tendencia pero los porcentajes varían y el ninguno se reduce ostensiblemente en este caso con relación al anterior -recuérdese que ésta es una pregunta de hecho y la otra de opinión-. (Cuadro no14)

Si desagregamos los datos según el sexo de los votantes, un pequeño porcentaje más de mujeres que de hombres concedieron su voto al PRI, si bien el margen diferencial es pequeño -50,9% de mujeres ante 48,1% de hombres-, mientras que para el PAN la proporción según sexo fue muy similar -25,6% de ellas y 26,8% de ellos- y para el PRD se produjo el fenómeno inverso, algo más de hombres que de mujeres lo eligieron -15,2% de hombres frente 11,2% de mujeres-. En la no respuesta también hay un poco más de mujeres que de hombres que decidieron no dar su opinión.

Casi un tercio de la muestra señaló al PRI como opción electoral para elegir diputados federales, en el momento de realizarse la encuesta 32,2% (1996), similar porcentaje a la simpatía partidaria que se describió en otra pregunta anterior (34,5%), pero más de quince puntos porcentuales menos (49,5%) que en el interrogante donde respondía a qué partido había votado para Presidente en las elecciones de agosto de 1994 (Cuadro no15). Respecto al PAN recogió 21% de la población consultada y el PRD 10,8% de la misma, aunque realmente el tercer lugar estuvo con los que respondieron no saber (17,3%), un elevado porcentaje, pero se ha de tener en cuenta que no se estaba en época electoral, se trata de una idea o pensamiento abstracto y no de una pregunta de hecho. Así también, en la pregunta sobre la simpatía el ninguno ocupaba la segunda posición, mientras casi desaparecía en el interrogante sobre el voto a presidente del 94. El PAN tuvo casi dos puntos más que en las respuestas sobre la simpatía electoral, pero alrededor de cinco menos que en la que se dio a conocer las votaciones efectuadas en las anteriores elecciones. El PRD consiguió similar puntaje al expresado con respecto a la simpatía pero como dos puntos menos que los señalados para las elecciones del 94. Esto es, hay semejanzas en cuanto al ordenamiento de las preferencias por un determinado partido político, y también con relación a la simpatía; sin embargo y al parecer, con respecto a lo dicho sobre las elecciones pasadas, los partidos han reducido su porcentaje de voto, siendo éste ganado por el no sabe que se sitúa en tercera posición.

Si desagregamos los resultados a esta pregunta según sexo, sigue la tónica señalada con anterioridad, mientras el PAN reúne por igual los votos de hombres y mujeres, en el PRI destacan las mujeres sobre los hombres y en el PRD los hombres sobre las mujeres, igual que observábamos para las simpatías partidarias y el voto del 94. Curiosamente en este no sabe el porcentaje masculino es superior al femenino, al igual que el no responde, pero en el ninguno vuelven a ser más numerosas ellas que ellos.

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Percepción y autopercepción de las mujeres en la política

Presencia numérica

El siguiente interrogante, persigue valorar también si se considera suficiente o no, el número de mujeres en el legislativo, proporcionando las cifras en el momento de aplicar dicha encuesta. Actualmente en el Congreso de la Unión hay 13% de mujeres, en puestos importantes del poder ejecutivo hay 6% de mujeres y en el gabinete presidencial hay dos secretarias de estado ¿Considera suficiente o insuficiente el número de mujeres en estos cargos políticos?

La mayoría de la población consultada -casi la mitad de la misma- señaló como insuficiente el número de mujeres en cargos políticos (47%); sin embargo, los que dijeron que era suficiente son más de un tercio de la población en general (35,1%), cifra nada despreciable, sino más bien todo lo contrario. El no sabe también es relativamente elevado (17,9%), lo cual ha de tenerse en cuenta (Cuadro no16).

Las mujeres apoyan de forma mayoritaria la consideración de insuficiente (55,7%) frente a los hombres (37,8%), y los hombres la de suficiente (44%) ante las mujeres (26,6%) que comparten ésa misma opción. El no sabe queda prácticamente en empate según sexo, a diferencia de las preguntas anteriores cuando las mujeres representaban la mayoría en este punto. Lo cual significa que la población femenina tiene mayores índices de opinión y parecen mucho más convencidas que sus homólogos masculinos de la insuficiencia de la presencia y participación de mujeres en la élite política institucional.

Son también los jóvenes los que consideran en más alto porcentaje que el número de mujeres es insuficiente en política -(53,20%), mientras a la inversa, los mayores creen que su presencia es suficiente (40,5%)-. Entre los que dicen no saber sobresalen un poco las personas mayores. Al combinar sexo y edad con relación a esta pregunta, las mujeres de todas las edades creyeron insuficiente el número de mujeres en puestos de poder, mientras que los hombres adultos y mayores juzgaron suficiente el número de mujeres, los jóvenes se debatieron entre el insuficiente y el suficiente.

A mayor escolaridad crece la percepción de la insuficiencia de mujeres en la esfera política. Y los que presentan menores niveles educativos son también los que menos opinan y dicen no saber, o los que piensan que es suficiente.

Estudiantes -jóvenes-, amas de casa -mujeres- y sector privado sobresalen entre las ocupaciones que piensan que es insuficiente, y los jubilados -mayores- entre los que dicen que es suficiente o los que no saben.

Los de menores ingresos son los mayoritarios entre los que no opinan y no saben, y por otro lado, a mayor ingreso pareciera que se incrementa la consideración de insuficiencia en cuanto al número de mujeres en cargos políticos en la actualidad, oscilando la respuesta de suficiente.

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Participación en el poder

Se interrogó sobre el poder y la capacidad de decisión que se creía podían alcanzar las mujeres que sí tenían puestos. ¿Considera usted que las mujeres en cargos políticos están en posiciones de poder iguales que las de los hombres? La percepción y los niveles de subjetividad, en este punto, son más elevados, ya que no hay conocimiento y además es complicado medir, como lo es también acceder al tema. [28]

La mayoría de la gente dijo que sí, que las mujeres en cargos están en posiciones de poder iguales a las de los hombres (60,1%), aunque hubo también un porcentaje considerable que dijo que no (24,3%), y entre quienes no opinaron, o mejor dicho, confesaron no saber (15,6%) (Cuadro no17). En esta cuestión las diferencias entre los sexos apenas existen, y se puede afirmar que ambos están prácticamente de acuerdo en las respuestas.

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Preferencias sobre el candidato

La pregunta concreta en nuestra encuesta fue ¿Quién le inspira más confianza como candidato: un hombre, una mujer o ambos? Esto es, si hay o no preferencias de sexo a la hora de votar a alguien para un puesto de elección popular, como ciertas afirmaciones y creencias apuntan, dirigidas enfáticamente siempre hacia, o en favor de, los hombres.

La mayoría (43,3%) dijo que ambos sexos le inspiran igual confianza, en segundo lugar un hombre (28,5%) y en tercer lugar (20,2%) una mujer (Cuadro no18). Por lo que puede afirmarse, que un alto porcentaje, más de dos quintas partes de la población consultada, no tiene preferencias de sexo a la hora de votar o no, a un determinado candidato para un puesto de elección popular. Y entre las personas que sí parecen tenerlas, la opinión está dividida, si bien es algo más numerosa la de los que consideran al hombre más digno de confianza que la mujer, aunque por otra parte las diferencias tampoco son abrumadoras, siendo ocho puntos porcentuales la distancia real que existe entre una y otra opción.

Donde sí hay diferencias, muy importantes, es cuando las respuestas a esta misma pregunta se desagregan por sexos. Cuando la opción en ambos hay un porcentaje más elevado de hombres que de mujeres que oscila alrededor de los cinco puntos porcentuales. Entre los que contestaron que un hombre hay también más hombres que mujeres con una diferencia aproximada de ocho puntos. Mientras que, y ahí sí el análisis nos da enormes divergencias para reflexionar, entre las gentes que respondieron una mujer, la mayoría son mujeres, 30,2% ante 9,6% de hombres. Esto es, no sólo hay diferencias a la hora de señalar la elección del candidato según su sexo, sino que dichas diferencias se acentúan según el sexo de la persona que elige, o en este caso opina. Si entre las gentes que dijeron no tener preferencias o votar a ambos por igual, que son la mayoría, hay un poco más de hombres que de mujeres, entre las que señalaron su mayor confianza hacia un hombre hay ya más hombres que mujeres, pero entre las que apuntaron a una mujer, el porcentaje de mujeres es 20 puntos porcentuales superior al de los hombres que marcaron esta misma opción. Esto es, las mujeres confían en primer lugar en ambos, pero en segundo lugar en una mujer de forma notable. Las mujeres confían en las mujeres, mientras los hombres en los hombres, y prácticamente nada o muy poco, en las mujeres a juzgar por los datos que arroja este sondeo.

En segundo lugar, la misma pregunta por grupos de edad nos marca cómo los más jóvenes o adultos prefieren o confían en ambos y a medida que aumenta la edad señalan en mayor proporción a los hombres, mientras las mujeres cuentan con la confianza de los jóvenes en mayor número. Al cruzar hombres y mujeres, con edad y confianza en el sexo del candidato, el análisis se afina, ya que dentro de las tendencias mencionadas, cabe especificar que mientras los hombres jóvenes y adultos parecen coincidir en la confianza de ambos sexos como idóneos candidatos, los mayores prefieren claramente a un hombre, y entre los pocos que señalan a una mujer descollan los jóvenes y mayores. En cuanto a las mujeres, éstas también prefieren ambos, especialmente las jóvenes y las adultas, las jóvenes son también las que más dicen confiar en una mujer y entre las que prefieren a un hombre, sobresalen las mayores.

A medida que aumenta el nivel educativo y las percepciones económicas las personas consultadas parecen confiar más en ambos sexos por igual de forma nítida. Pero cuando la preferencia se decanta o por un hombre o por una mujer, las diferencias ya no están tan marcadas; si bien los de ingreso más bajo confían más en un hombre, así como, los sin escolaridad o con nivel de primaria. Por otro lado, las mujeres parecen ser elegidas por diversos grados educativos, destacándose quizá también los sin escolaridad. Y en cuanto a ingresos los grupos de menor ingreso son algo más numerosos entre los estratos sociales que supuestamente dicen que votarían por una mujer. En cuanto al cruce entre sexos, escolaridad y confianza, a mayor escolaridad ambos sexos prefieren a ambos sexos por igual, a menor escolaridad, los hombres prefieren hombres y las mujeres siguen prefiriendo ambos o mujeres.

Los estudiantes y el sector privado sobresalen entre las ocupaciones que carecen de preferencia. Entre los que seleccionaron a un hombre destacan jubilados y sector público, y entre los que confían en una mujer, las amas de casa, que son mujeres o un tipo específico de mujeres, poniendo en cuestión la imagen tradicional de estas mujeres en cuanto a actitudes y tendencia política.

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Opinión de políticos y políticas[29]

Según las entrevistas realizadas hombres y mujeres políticas, algunas de ellas opinaron sobre ciertos prejuicios que los hombres, en concreto los hombres políticos, tienen para aceptar a una mujer en el espacio político formal, y las críticas que a modo de defensa u ofensa desarrollan, mismas que no aplican a sus homólogos masculinos: Cuando los hombres nos dan todos sus mensajes machistas y nos dicen que las mujeres no están listas para eso, nosotros les empezamos a explicar y les ponemos ante sus ojos la realidad y cómo la mujer puede participar. El otro día le dije a un diputado: ¿Pero te das cuenta que aquí en el PAN somos 120 diputados y sólo hay 12 mujeres diputadas? Él me dijo con espontaneidad: ¡Es que hay cada mujer!. Yo le dije: es que hay cada hombre...No hay mujer que pueda salir calificada favorablemente de un análisis como el que ustedes hacen para ver si una mujer va a participar. Le digo: no hay justicia en la vara que están usando. Entonces va cayendo en la cuenta y dice: de verdad, tienes razón. (Ma Elena Alvarez-PAN)

Algunos hombres dicen: Cuando sale un candidato mujer para una alcaldía, se dice que no está preparada todavía la ciudad para tener una candidata. Es una idea de muchísima gente...Yo creo que estamos de acuerdo que ante el precepto legal tenemos igualdad de oportunidades hombres y mujeres, grandes y chicos. Pero sin duda el medio mexicano discrimina a la mujer, como cuando sale una mujer propuesta para algo y sale un grupo importante y dice: México todavía no está preparado para que una mujer haga eso. Entonces sin duda existe discriminación. La mujer inteligente a base de un sobreesfuerzo ha podido brincar ese tipo de barreras que se le han impuesto (Emilio Goicoechea-PAN). Según diversos testimonios muchas veces se niega el ascenso a un puesto a una mujer de forma injusta por el hecho de serlo -el círculo excluyente-, pero otras veces se enmascara la opinión, bajo la sutileza de que es la ciudadanía la que no está preparada para aceptarla, con vocablos como pueblo, la sociedad o México.

Muchas veces no son reticencias a la participación política en general de las mujeres, sino concretamente a su acceso a los cargos políticos, cuando los hombres ejercen su poder de veto. Digamos que en los primeros cincuenta años de la vida del partido, de los cuales yo he vivido cuarenta, no se sentía que hubiera problema en aceptar la participación de la mujer porque no habíamos tenido la oportunidad de cargos de poder... En cuanto el partido empezó a tener cargos...sí se ha notado ya en la práctica una política de obstaculizar a la mujer a obtener los puestos porque sienten que no están preparadas y cuando logramos demostrar que sí tienen la preparación suficiente, a veces llegan simplemente a aceptar que es por el hecho de ser mujeres que no simpatizan que ellas sean las que tengan puestos de los cuales vayan a depender los varones. (Ma Elena Alvarez-PAN).

Así, en ocasiones el discurso oficial androcéntrico de los hombres políticos es extrapolado por éstos y adjudicado a la sociedad en su conjunto, por lo que ellos sólo siguen dichas creencias y pautas como fieles fervientes del sentir popular y como sus representantes que son. La opinión de la población en esta ocasión ha desenmascarado la veracidad de esta narrativa hegemónica en algunos sectores, que si bien en algún momento pudo tener raíces en la realidad social o reflejarla, hoy por hoy, su reproducción obedece a una inercia cultural discursiva y a una manipulación de su mensaje con claros fines de mantener al sexo femenino fuera de los cargos de la palestra política.

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Autovaloración del quehacer político personal

En ocasiones se piensa que las mujeres han de ser especiales y tener capacidades excepcionales para dedicarse a la política, por supuesto, esto tiene diversas interpretaciones semánticas, por ello se consultó directamente el parecer de las mujeres políticas entrevistadas. Por un lado, están las que lo interpretaron como que habían de ser especiales, más inteligentes, capaces o hábiles, con lo cual se podía llegar a insinuar que no todas las mujeres podían ser políticas, pero contestaron rotundamente que no, que se trataba de una frase que los hombres hacían correr y utilizaban para sus propósitos -como la que les adjudica desinterés político per se-, y a lo sumo de una creencia social generalizada que no respondía a la realidad. Todas las mujeres podían llegar a dedicarse a la política, de hecho los hombres políticos, según ellas reiteraron, no eran muy excepcionales que digamos. Pero otro grupo interpretó la pregunta como que las mujeres habían de trabajar más, esforzarse, y poseer mucha más voluntad o empeño que los hombres, pues de alguna manera tenían que ganarse el estar ahí, habían de ser fuertes y resistentes ya que son juzgadas con más dureza; y aún más, debido a su rol tradicional el sobresfuerzo, y la doble o triple jornada, era concebida como algo también de carácter excepcional. La inversión de energía y las consecuencias de desgaste físico y emocional son considerables, pero y también, son conscientemente aceptados con una especie de resignación, a pesar de lo cual se trata de mujeres de carácter y decididas, y tampoco se percibe el desarrollo de sentimientos de culpa al no seguir el patrón social que de ellas se espera y por el contrario ocupar un lugar y dedicarse a actividades y relaciones, inicialmente no diseñadas para ellas, en general prevalece una especie de satisfacción entorno al rumbo que han ido tomando sus vidas.

Algunas de las mujeres entrevistadas de entrada negaron la necesidad de ser excepcionales, y como francotiradoras varias de ellas, se inclinaron por una postura de contraofensiva. Amalia García (PRD), apuntó en la dirección de rebatir la excepcionalidad del otro sexo en política: No, los hombres tampoco son excepcionales, deberían sí ser tal vez más responsables, pero no lo son. El hecho de ser hombre ya significa como tener un boleto para entrar a participar en política. A las mujeres se nos exige mucho más. Pero creo que la participación en política concebida como esta determinación de trabajar con los temas de la sociedad es un asunto de aprendizaje, se toma el tiempo por supuesto, todos lo podemos hacer, requiere compromiso, cariño por ese trabajo, por esos temas. Claro que no, exclamó Mara Robles (PRD), y en el parecer de la entrevistada anterior añadió: hay cientos de hombres, miles de hombres, millones de hombres que se dedican a la política sin tener ninguna característica especial y lo han demostrado fehacientemente, ve el país ¿no? Al contrario, ése es uno de los obstáculos que los hombres nos han inventado. Nuestra honra y nuestra capacidad siempre están en tela de juicio, las mujeres están en política porque son las amantes de no sé quién, ¡es terrible! Esa está porque es muy inteligente y ésa no está porque es tonta, y hay miles de hombres tontos en política. No, yo creo que cualquier mujer puede estar dentro de la política, sobresalir en política. No creo que necesitemos ser mujeres modelo para estar y para llegar, porque los hombres tampoco son modelos, los que llegan (Gloria León-PAN).

Otras matizaron más la respuesta dada: Pues no tanto como ser excepcionales, pero sí deben tener una gran autoestima, una total confianza en sí mismas y por supuesto estar preparadas. Porque por desgracia, hoy por hoy, sí puede haber políticos mediocres que rebuznen, pero una mujer para destacar, tiene que ser excepcional...En realidad tienen que ser hoy todavía excepcionales, porque la competencia es tal que si no estás más capacitada de lo que estaría un hombre en la misma posición, lo más probable es que a tí te hagan a un lado...Yo creo que no tienes que ser genio para dedicarte a la política (Patricia Bracho-MLD).

Varias opiniones se mostraron algo más reflexivas, reconocieron que están en el ojo de la mira, por lo cual deben además de trabajar más y demostrar más, poseer una suerte de resistencia a las críticas: Creo que las mujeres que se dedican a la política, como las que se dedican a la empresa, o a cualquier actividad donde destaquen, están sujetas a un juicio más severo. Su nivel de riesgo a la crítica social es mucho más alto y el nivel de demanda de su familia en función de que jueguen un rol dual, es permanente. Entonces sí creo que tienen más carga...Creo que simplemente tienen que tener una capacidad de resistencia que les permita absorber un nivel de juicio muy severo y muy acucioso. (Beatriz Paredes-PRI). Y es que de alguna manera y hasta cierto punto tienen que estar continuamente y en todo momento, demostrando capacidades, lo que genera sobresfuerzo, trabajo extra, por verbalizarlo de alguna manera, y gasto de energía y tiempo. Pero es por dos cuestiones, por la desvalorización política de las mujeres que impera en la sociedad, esto es, han estado históricamente excluidas y tienen que demostrar que saben y pueden. Y en segundo lugar, ellas mismas se sienten inseguras, autodevaluadas, en esta esfera nueva en cierto modo, lo cual las empuja a autodemostrarse que sí que se lo merecen y que están en su lugar.

Se comentó también sobre la capacidad de trabajo en el sentido de tiempo de dedicación, de absorbencia del mismo y de compaginar con otros roles. Ifigenia Martínez (PRD) dijo que lo que pasa es que la política es una actividad muy absorbente y requiere de ciertas características que hace difícil que una mujer que esté en la etapa reproductiva o está criando niños, se pueda adaptar a eso. Claro, hay excepciones. Tiene que esperar a una etapa de la vida donde está liberada de esas responsabilidades. Eso ocurrió en mi caso especial, yo ingresé a la política cuando ya mis hijos estaban grandes. Yo diría que las mismas capacidades que se le pueden pedir a un hombre, sin embargo, ciertamente la condición de la mujer en un momento dado, puede influir de manera directa en su trabajo político. Me refiero en concreto a una mujer casada con hijos, que forzosamente se convierten en una prioridad, entonces ahí es donde yo digo que se presenta un conflicto muy fuerte, también dijo que la mujer que se dedique a la política necesita una fortaleza diferente porque se trata de un medio muy fuerte, muy duro, donde dominan los hombres. (Irma Pía González-PAN)

Y la consabida capacidad de trabajo no en el sentido de genialidad sino de asumir múltiples obligaciones y de competir en un mundo poco menos que hostil y agresivo, un mundo de hombres, pero cuya dureza también la comparte y la sufre en alguna medida el otro sexo. Sí, en casi todos los ámbitos las mujeres tienen que trabajar el doble, ser tenaces, inteligentes, porque es muy duro y para que te reconozcan es porque detrás hay un trabajo brutal dijo Isabel Molina (PRD) y añadió: Bueno, yo no sé si la palabra correcta sea excepcional, pero no todo mundo tiene el estómago para dedicarse a la política por ejemplo, porque es duro, porque te enfrentas con situaciones muy desagradables muchas veces, con presiones muy fuertes, y hay gente que psicológicamente es más frágil y no lo resiste, pero eso es aplicable a cualquier sexo. Es un medio hostil, y particularmente cuando estás en la oposición es muy difícil; no es un medio agradable de compañerismo y que todos nos queremos, sino que es un mundo de mucha competencia, de mucha agresividad, de muchas traiciones, en fin. Hay que actuar con mucha tenacidad, con mucha madurez y con cierta capacidad de poder superar, tener la piel dura, no dejar que estas cosas te dañen porque sí puedes estar en situaciones que te rompan mucho el estado de ánimo, que te partan la madre como decimos en México. Cecilia Romero (PAN) señaló al respecto: Creo que las mujeres para poder tener una presencia en la vida pública necesitamos realizar una doble jornada, o sea necesitamos ser excepcionales; mientras por otra parte afirmaba, no, no creo que se requieran cualidades excepcionales, es una vocación. No lo creo, es más me niego a pensar o a aceptar que una mujer para participar en política deba de tener cualidades excepcionales, debe tener cualidades normales, comunes y corrientes, pero debe tener espíritu de servicio, vocación política. Yo creo que no. Con lo que uno tiene es bastante, yo nunca fui una chica de dieces, no me gustaban porque me comprometían demasiado, significa que sabes todo y es mentira...a lo mejor he tenido que trabajar un poquito más para demostrar que sí eres apta para ese cargo, pero yo creo que no se tiene que hacer nada especial, además todos los seres humanos tenemos una capacidad intelectual. (Nohelia Linares-PAN)

Se acordó de alguna manera que era una lucha quizás más dura que la realizada por los hombres, pero que no había rasgos de excepcionalidad para ser política, en todo caso las mismas características que posee la población masculina dentro de una consagrada normalidad, que como se ha visto según declaraciones y críticas anteriores no es muy abundante: Yo creo que todas las que nos proponemos, aunque no seamos muy excepcionales, podemos hacer política...la política es hermosa, pero la gente a veces no la conoce bien (Hilda Anderson-PRI). Las mismas capacidades que pueden tener otras mujeres que desempeñen un trabajo. La política para quien le guste es una forma de trabajo...tienen que ser normales (Ma Elena Chapa-PRI). Primero tiene que haber un gusto y sacarlo, porque muchas mujeres lo traen dentro, pero a veces ni lo saben bien. Hay habilidades, hay cualidades que hay que desarrollar, por ejemplo hablar en público, estar permanentemente informada de los temas más actuales. Hay que hacer una combinación de sentimiento y de pasión con las cosas más técnicas. No pienso que se necesite ser una persona excepcional, conque haya inteligencia y dedicación, yo creo que es más que suficiente. (Elena Tapia-DIVERSA). Creo que deben tener algunas características como liderazgo, ser objetivas, tener muy definida su propia jerarquía de valores...deben ser muy luchadoras. (Ma Teresita de Jesús Aguilar-ANCIFEM)



[25].Si bien es cierto que hay una tendencia a no reconocer públicamente la intención de no votar por el peso social que esto tiene (Peschard 1994b); no es menos cierto que en este caso se trata de una pregunta poselectoral -de hecho-.

[26].De una encuesta capitalina preelectoral de 1988, destacamos los siguientes datos, relacionados con el punto que estamos comentando: Al relacionar las variables sociodemográficas con las razones de voto, se puede apreciar que entre los que votan por temor, el sexo es relevante, ya que las mujeres son en un 65 por ciento más proclives a sufragar por miedo que los hombres. Este voto por temor está asociado negativamente tanto con la escolaridad como con el ingreso y tiende a concentrarse entre los empleados domésticos y a alejarse de los profesionales. Por otro lado, En el voto democrático, el sexo vuelve a ser relevante, como en el caso del que vota por temor, pero a la inversa, ya que los hombres se inclinan en un 45 por ciento más por esta razón que las mujeres (Peschard 1994b:34). Según el análisis de esta autora el voto por temor corresponde a menor escolaridad, menor ingreso, trabajo en el hogar o pertenecer al sector privado, y al trabajo manual, y además se relaciona con la categoría más alejada de cualquier interés por la política, mientras la categoría más volcada sobre la política es la democrática; los que votan por temor son los menos activos políticamente porque son escépticos frente a las posibilidades de cambio, por ello mismo se inclinan por el partido en el gobierno...mientras los que protestan y los democráticos son conscientes políticamente por su educación e información política; tienen una opinión muy negativa del régimen político, pero son optimistas y por ello activistas y comprometidos (Peschard 1994b:44).

[27] A pesar de la polémica que esta pregunta causa en nuestro país, se ha optado por su introducción y análisis en el presente documento.

[28]Es por ello que los resultados de esta pregunta han de tomarse como una orientación de carácter muy aproximado y general.

[29] Para la metodología seguida en estas entrevistas realizadas a políticos en 1996, consúltese anexo. A efectos de este documento únicamente se han seleccionadao algunos testimonios considerados de importancia para el tema que nos ocupa (Fernandez Poncela 1997).

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Políticas de igualdad

Las acciones afirmativas

Para suprimir la discriminación entre hombres y mujeres en la política no es suficiente proclamar su derecho abstracto a la equidad, se hace necesario también, favorecer en la práctica la igualdad de oportunidades mediante la acción afirmativa -creaciones de derecho desigual para remover anacrónicas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres-. Es una estrategia destinada a establecer, como decíamos, la igualdad de oportunidades a través de medidas que contrasten y corrijan las discriminaciones resultantes de prácticas o sistemas sociales. Van más allá de la aplicación legislativa, su finalidad es poner en marcha programas concretos que proporcionen ventajas a las mujeres (CDE 1990,1992).

Aplicadas a la política sería, entre otras cosas, igualdad de oportunidades para competir por puestos políticos con acceso a la toma de decisiones, a espacios, relaciones y al ejercicio del poder. Puede definirse como una especie de sistema temporal de compensación o ventaja que venga a cubrir un déficit individual y colectivo sufrido por las mujeres en cualquier ámbito de la vida social (Alberdi 1996).

Tres son las estrategias que se desarrollan hoy por hoy, desde la retórica aceptación de las demandas de las mujeres en el discurso, y el reconocimiento público de la importancia de argumentar su presencia política-, pasando por la acción positiva animar a las mujeres a participar más activamente en la política, impulsando la formación y organización dentro de una instancia política- y la discriminación positiva asegurar la presencia mínima de mujeres con medidas como las cuotas. (Elizondo 1997b; Viladot 1999).

Estas últimas destacan como método para reservar un porcentaje obligatorio de puestos a las mujeres y así asegurar su presencia en un número y porcentaje mínimo. Estas medidas se aplican tanto en los poderes del Estado, como en los partidos políticos. Se trata por supuesto no de una meta sino de un medio, un instrumento de carácter temporal y compensatorio, una estrategia de apoyo en la evolución o tránsito de la igualdad formal a la real. Y se hace necesario porque las resistencias al cambio son enormes, se precisa reeducar y eliminar resabios del pasado. Por supuesto, el debate y la polémica están servidos.[30]

La experiencia nos señala que dicha vía puede ser positiva para aumentar la representación de las mujeres en los espacios de poder político, para que su opinión no sólo sea oída sino que también cuente, y para que las políticas destinadas a éstas se revaloricen de manera considerable. Con la presencia femenina se supone que entran también nuevas actitudes hacia la política y compromisos sobre temas específicos de mujeres; se trataría de un cambio de perspectiva material y real. Si bien las mujeres son diferentes y en este punto hay que señalar que no todas están atentas ni a las necesidades de las mujeres ni a los intereses de género, por lo que más mujeres en puestos importantes no siempre equivale a mayor sensibilidad sobre el tema, aunque ciertas posturas las mencionan como más sensibles (Tapia 1999; Fernandez Poncela 1999a). Lo que queda claro es el efecto simbólico que esto representa para las nuevas generaciones, rompiendo viejos esquemas de la división del trabajo por sexos, como nos decía Mara Robles en la entrevista al referirse a que muchos piensan en la posibilidad que su hijo sea presidente pero a nadie se le ocurre que su hija sea gobernadora.[31]



[30] En las entrevistas realizadas a hombres y mujeres sobre las cuotas, la disparidad de opiniones y argumentos era grande (Fernandez Poncela 1999ª). Sin embargo, hoy por hoy, las tres fuerzas políticas mayoritarias del país ya las tienen aprobadas estatutariamente.

[31] A este respecto cabe mencionar la anécdota del niño paquistaní, que ante el ejemplo de Benazir Bhutto, creía que ser presidente era oficio de mujeres (Fernandez Poncela 1995).

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Otras experiencias

Varios países del mundo contemplan en su legislación electoral un porcentaje máximo para un sólo sexo en las candidaturas a puestos de elección popular y también a los cargos internos de las diversas formaciones políticas. Esto significa que no se puede exceder, por ejemplo del 70% de hombres y mujeres en las listas electorales, por lo cual los hombres, por ejemplo, no pueden tener más de dicho porcentaje y en consecuencia las mujeres deben tener como mínimo, en este caso una presencia del 30% del número global de dicha lista u órgano ejecutivo partidista en cuestión.

Suecia inauguró el sistema hace más de dos décadas en 1972, con posterioridad varios países europeos le han seguido los pasos en ése mismo sentido. Sin embargo, y al parecer únicamente en la región escandinava las proporciones de hombres y mujeres en los niveles de toma de decisiones y políticas estatales son más o menos similares. Sólo Dinamarca[32], Finlandia[33], Noruega[34] y Suecia[35], han traspasado el umbral del 30% de representación femenina parlamentaria, siendo como veíamos 10% el promedio mundial. En cuanto presencia ministerial únicamente Finlandia, los Países Bajos, Noruega, Seylles y Suecia han superado este mínimo. Al parecer en donde hay más mujeres es en los puestos administrativos y ejecutivos, cuando se ha superado dicho porcentaje y también en los gobiernos municipales de algunos países (ONU 1991a; PNUD 1995).

Poco a poco se ha ido extendiendo dicha práctica, llegando a orillas del océano Atlántico, y por ejemplo, hace pocos años se aprobó en Argentina la denominada Ley de Cupos, que garantiza la presencia de mujeres en un 30% como candidatos a puestos de elección popular en ubicaciones con posibilidad de salir electas. En otros países, como México, Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay, Venezuela y Nicaragua, varios partidos tienen normas de este tipo, al margen de que se cumplan o lleven a la práctica realmente. En las Naciones Unidas se acordó también un 30% como un primer paso en su Consejo Económico y Social, y ya en fecha reciente se habló de la meta de colocar a mujeres en el 35% de la totalidad de sus puestos del cuadro orgánico y en el 25% de los cargos de alto nivel (ONU 1991a,1994; PNUD 1995; Valdés y Gomáriz 1995).



[32].Al parecer en este país y debido al avance de las mujeres la ley de cuotas ha tenido que ser aplicada a la inversa, esto es, en función de garantizar que los hombres tengan un mínimo de representación también.

[33].Por ejemplo, como resultado de las elecciones de 1991, el Parlamento finlandés obtuvo 38,5% de representación femenina, y 41,2% de presencia en ese gobierno, siete de los 17 ministros fueron mujeres (ONU 1991a).

[34].Más del 34% de los representantes parlamentarios, 31% de los miembros de los consejos municipales, 40% de los miembros de consejos de condados y casi la mitad del gabinete del gobierno, eran mujeres en 1987 en ese país. De hecho, el gobierno de la primera ministra Brundtland fue denominado por los medios de comunicación como un gobierno de mujeres (ONU 1991a).

[35].Entre otras cosas, por la participación de las mujeres en la vida política y pública en general, las guarderías infantiles o las licencias por paternidad son comunes en este país.

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La realidad mexicana

En México diversas campañas se han realizado en dicho sentido como Ganando espacios por acciones afirmativas, lanzada en 1992 y que aglutinaba a mujeres de gran parte del arco político del país y cuya causa común era vencer la resistencia masculina a la participación de las mujeres en la política institucional y en especial en puestos de la misma.

Poco antes había tenido lugar la campaña de la Convención Nacional de Mujeres por la Democracia que agrupaba a diversas organizaciones y tenía como objetivo el ofrecimiento de candidaturas de mujeres feministas a los partidos políticos que contendían en la convocatoria electoral de 1991. Pero a pesar de todos los esfuerzos de las mujeres en este sentido, no sólo no se consiguió que salieran las candidatas presentadas, sino que el número de mujeres en el Congreso de la Unión, disminuyó con respecto a las electas en la convocatoria anterior (Fernandez Poncela 1995). Y sobre la campaña Ganando Espacios, sólo se recogió una recomendación de carácter general que quedó incluida en el COFIPE en 1993, en el sentido que los partidos políticos incluyeran mujeres en sus listas (IFE 1994b). En 1996 y previo a las elecciones del año siguiente, también se propusieron iniciativas diversas que cuajaron en sugerencia para el COFIPE. Ya mencionamos en otro apartado las cuotas que el PRD, PRI y PAN tienen.

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Ideas, propuestas, políticas contra la discriminación

Geraldine Ferraro, candidata a la vicepresidenta de los Estados Unidos en las elecciones de 1984, un 8 de marzo de 1991 dijo en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, en un discurso con motivo del Día Internacional de la Mujer: lo que necesitamos no es sólo un puñado de mujeres que hagan historia, sino muchas mujeres que formulen políticas (ONU 1991b:66). Y como afirmó Edith Cresson ex primera ministra francesa poco después en la Conferencia Europea de Atenas en 1992, sobre Mujer y Poder: la única manera de lograr un aumento impresionante de la cantidad de mujeres en todos los sectores de la vida política es mediante sistemas electorales que permitan asignar a las mujeres un porcentaje considerable y obligatorio de los cargos políticos...A las mujeres no es el pueblo el que les niega los cargos de responsabilidad, sino los dirigentes de los partidos políticos y los comentaristas políticos, que son todos los hombres en el molde tradicional (ONU 1994).

En este sentido, cabe señalar por una parte las estrategias encaminadas a la elevación del número de mujeres políticas y la introducción de los temas de género en la agenda política. Pero de otra, el necesario cambio cultural a más largo alcance que se precisa (Fernandez Poncela 1999d).

En primer lugar está la cuestión legal, esto es los instrumentos jurídicos que hay que extender, desarrollar, y por supuesto, aplicar y hacer valer el ejercicio del derecho -constitución, tratados internacionales, reformas legales-, en todos los ámbitos -familia, laboral, maternidad, trabajo doméstico y agresiones sexuales-.

En segundo lugar, la educación y formación en general, desde la investigación sobre la problemática, hasta la coeducación escolar y no-sexista en las escuelas -reforzar la autonomía, el aprendizaje de las tareas domésticas compartidas, juego y juguetes mixtos-, pasando por la orientación profesional y la diversificación de opciones escolares y ocupacionales. Después de la familia, la escuela es el principal agente socializador, en sus manos está la responsabilidad no sólo del aprendizaje de conocimiento de las generaciones futuras, sino también la endoculturación en general y la introyección del modelo cultural de cada sociedad.

Un tercer aspecto a tener en cuenta, es el sanitario que conlleva los problemas concretos de la salud femenina, la salud laboral y los programas de atención sanitaria, mejorando los aspectos sociosanitarios. Incluyendo el ejercicio libre y responsable de la maternidad y la paternidad, y el derecho a la información y educación sexual.

En cuarto lugar, el fomento de la igualdad en el empleo, la equiparación cualitativa y cuantitativa, ya que el ámbito ocupacional y profesional debe tener y cumplir una legislación no sexista, apoyar la formación y capacitación profesional, y fomentar el empleo. Para llegar a la independencia económica y la incorporación y equidad en el mundo laboral se precisan acciones positivas en el espacio productivo, priorizar la transición de la escuela a la vida activa, y el aprendizaje y puesta al día de nuevas tecnologías.

La quinta cuestión son los servicios sociales y comunitarios -sobre vivienda, madres solteras, colectivos marginados, tercera edad, violencia, etc.-, favorecer la conciliación y el reparto de tareas domésticas y responsabilidades públicas entre hombres y mujeres de forma equitativa y responsable -el hogar y cuidado de los hijos-, así como la colaboración del Estado -guarderías infantiles, cuidado de ancianos y enfermos-. Con especial énfasis en la protección social de los sectores más pobres, las desempleadas, jefas de hogar y sectores excluidos en general.

Un sexto punto es todo aquello que tiene que ver con el espacio sociocultural, la información, la formación y la cultura. Desde promover la participación equitativa en el proceso de elaboración y transformación de conocimiento, hasta la vigilancia de la educación, la publicidad y los medios de comunicación. El fomento de asociaciones y la participación, el deporte, etc. Y la información de la igualdad de oportunidades. En este apartado se incluye la difusión de una imagen de la mujer más acorde o ajustada a la realidad tanto en los modernos y masivos medios de comunicación social prensa escrita, radio, televisión, cine, vídeo, internet- como en los instrumentos y recursos humanos de la instrucción formal -maestros y maestras, libros de texto y material escolar-.

En séptimo lugar la sensibilización en torno a unas relaciones personales de respeto e igualdad entre el conjunto de la población: el derecho al propio cuerpo, la sexualidad libre y no posesiva, las relaciones desinstitucionalizadas, el compartir responsabilidades, la reconsideración de creencias, valores y costumbres.

Llegados a este punto, que consideramos de vital importancia, hacemos un inciso para reflexionar sobre el tema. Los obstáculos para el cambio en el espacio político son obvios, se requiere no sólo la modificación cultural de elementos en un sistema social dado, sino el cambio del modelo en su conjunto (Fernandez Poncela 1999d).

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III-Reflexiones finales

Resquebrajando viejos mitos

El desinterés de las mujeres por la política es relativo, como hemos mostrado en estas páginas. La bibliografía tradicional sobre la presencia y participación de las mujeres en la política formal, además de ser escasa, no es rigurosa y está sesgada por creencias profundamente androcéntricas. Se suele decir, por ejemplo, que a las mujeres no les interesa la política, y no sólo para México, sino para todo el mundo. Aquí hay que puntualizar a qué clase de política se refieren. Cuando se la apellida de formal o institucional, es cierto que la población de sexo femenino se mostró más alejada que la de sexo masculino, en la encuesta aplicada para los efectos de la investigación expuesta en este documento. Lo mismo con relación a si estaban informados sobre política y similar sobre si hablaban de política.

Pero hay que precisar que: en primer lugar, los hombres tampoco mostraban mucho interés al respecto. Unicamente 9.1% del total de la muestra consultada de ambos sexos se mostraba muy interesada, 10.4% entre los hombres y 7.8% entre las mujeres, esto es, las mujeres parecen un poco menos interesadas que los hombres, pero los hombres no parecen excesivamente interesados. El 25.2% de la población afirmó que le interesaba regular, 26.9% entre los hombres y 23.5% entre las mujeres, esto es, éstas muestran un poco menos de interés. Pero 33.2% de la población dijo que le interesaba poco, 25.6% entre los hombres y 30.8% entre las mujeres, aquí sí los porcentajes se invierten y más mujeres que hombres dicen que poco. Sin embargo, lo más destacado quizás es la alta proporción de ambos sexos que afirman estar poco interesados en la política, más allá de los 5 puntos entre mujeres y hombres. Algo similar sucede con la respuesta nada, 32.6% de la población señala no estar nada interesada por la política, entre los hombres representa 27.1% y 37.8% entre las mujeres. Nuevamente lo importante es que casi un tercio del total de la población no está interesada en absoluto por la política, y que algo más de la mitad está poco o nada interesada, sin por ello negar o menospreciar las diferencias entre hombres y mujeres, quizás lo que sobresale son las similitudes: el desinterés generalizado por parte de la población hacia la política convencional.

En segundo lugar, al analizar la muestra bajo el factor sociodemográfico de la edad, no hay diferencias significativas. Sin embargo, debe señalarse que a mayor escolaridad aumenta el interés y a menor escolaridad disminuye, esto es, la variable grado educativo es importante. Lo mismo sucede con la ocupación, los desempleados, amas de casa y jubilados son los que muestran menor interés. En cuanto al factor económico, el comportamiento es similar a la escolaridad, a mayor nivel de ingresos más interés y a menor menos interés por la política. Lo cual nos permite concluir que las variables de educación e ingresos son significativas, tanto o más que el sexo, a la hora de medir el interés de la población hacia la política, pero tampoco hay que olvidar que menos escolaridad y menos ingresos en muchas ocasiones son variables que curiosamente coinciden o conducen hacia la población femenina.

Por otra parte, la menor afiliación de las mujeres también es relativa. Se suele afirmar que las mujeres participan menos en la política institucional, en cargos de elección popular o puestos altos del ejecutivo federal o de los partidos políticos. Si bien esto es cierto, como hemos probado en este documento con datos concretos, ya en el espacio de la afiliación política partidista las cosas cambian, en el sentido de mantener una escasa presencia, pero esta vez compartida con sus compañeros hombres. Y es que no sólo hay pocas mujeres en puestos considerados de importancia, sino que hay una reducida afiliación política entre ellas, aunque como decíamos, tampoco es muy elevada la existente entre la población masculina, y de hecho en este punto también hay más semejanzas que diferencias.

Finalmente, el sexo del candidato no es tan importante como se creía. En la encuesta que analizamos en estas páginas se ha mostrado la cultura, participación y racionalidad política de hombres y mujeres hoy en México. Llama la atención como hay diferencias, pero en general dominan las semejanzas entre ambos sexos, y algunas de las creencias para con las segundas son también aplicables a los primeros, aunque las discrepancias en cuanto a grado se mantienen. Sin embargo, en dos preguntas las diferencias según el sexo de la persona encuestada fueron notables, lo que tienen en común estos interrogantes es que se referían a la relación directa entre la mujer y la política, la suficiencia de su presencia en la elite política, y la confianza o preferencia del sexo del candidato a un puesto de elección popular. Las mujeres estaban más convencidas que los hombres en la insuficiencia de la cantidad de mujeres en la elite política, y parecían compartir la no preferencia por el sexo de un candidato, pero confiaban más en las mujeres que en los hombres a la hora de optar sólo por uno de ellos.

Respecto a ésta última cuestión, suele afirmarse que la población en general y las mujeres en particular, prefieren candidatos hombres a los puestos de elección popular. En los testimonios de las entrevistas realizadas, algunas mujeres políticas señalaron que eso respondía más a las actitudes de los hombres de sus propios partidos políticos ante la competencia por los cargos que a una realidad social. Mientras los hombres consultados alegaban que no se elegían mujeres más que nada por un prejuicio social general, no dentro de la política, el partido o por supuesto de su parte, ellos decían estar convencidos de la igualdad. Es más, la práctica totalidad de las mujeres políticas interrogadas presentan varias características comunes, para los efectos de este trabajo nos interesa destacar que afirman haber sentido por primera vez la discriminación en carne propia al haber iniciado su periplo en la arena política; así como narran las múltiples dificultades y problemas como mujeres por dedicarse a la política.

En la encuesta realizada, quedó confirmada la sospecha de que se trata de un discurso social que responde más a la inercia de las creencias tradicionales y costumbres, y utilizado por sectores masculinos, que a un reflejo de la opinión real y actual de la población. Al conjunto de la sociedad parece no importarles el sexo del candidato, o eso dice 43.3% de la muestra, casi la mitad, si además descartamos 8.1% que afirma no saber; el resto confía 28.5% en un hombre y 20.2% en una mujer, la diferencia no es tan abismal. Entre los hombres, 34.6% prefieren un hombre como candidato, sólo 9.6% confía en una mujer, y 45.9%, prácticamente la mitad, afirma que ambos están bien, 9.9% no sabe. Entre las mujeres encuestadas, 22.7% prefieren un hombre, 30.2% confían más en una de sus congéneres, pero 40.7%, esto es la mayoría, confían en ambos por igual, 6.3% dice no saber. Según esto, casi la mitad de la población afirmó no tener preferencias en cuanto al sexo del candidato, y hombres y mujeres parecen estar más o menos de acuerdo en esto. Sin embargo, es evidente que entre los primeros el segundo lugar de confianza lo ocupan los propios hombres y a mucha distancia del tercero que ocupan las mujeres. Por otra parte, las mujeres también confían más en su propio sexo, pero dicha preferencia sólo se separa por 10 puntos con relación a la confianza que les despiertan los hombres candidatos.

En este punto, está claro, que la sociedad en general no parece tener preferencias en un candidato masculino, como los mensajes grabados en discursos y creencias parecen comunicar, o incluso los políticos de nuestros días reproducen. Después de la indiferencia por el sexo del candidato, las mujeres prefieren candidatas mujeres, y los hombres candidatos hombres, en segundo lugar como hemos visto, esto es, aunque más mujeres confían en hombres que los hombres que confían en mujeres, las mujeres parecen favorecer a las mujeres.

Este texto sólo pretende relativizar algunas de las afirmaciones que se escuchan de forma común en nuestra sociedad, resquebrajar ciertos mitos en torno a la presencia y participación de las mujeres en la política institucional. Si bien hay que hacer hincapié en las diferencias entre hombres y mujeres que son de indudable importancia, también debemos visionar las semejanzas, que a veces y sin querer, obviamos.

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Atisbando nuevos horizontes

Varias son las actitudes que parecen estar cambiando en nuestros días, es más, en la actualidad se está en una etapa de proposición, más allá de la visibilización de las mujeres, que en un primer momento fue necesaria, y de las interpretaciones en torno a su problemática específica, que por supuesto ayudan a enfocar el problema y sus soluciones. De constatar la ausencia de mujeres en la política, de enfocar sus necesidades e intereses, se ha pasado a buscar explicaciones y romper algunos mitos, para ubicar estrategias concretas, factibles y posibles. El filósofo italiano DArcais razona sobre de la ciudadanía substraída y la apatía y rabia que esta situación causa entre la población en general (DArcais 1994). Judith Astelarra chilena afincada en España escribe en torno a democracia incompleta (Astelarra 1986). Gloria Ardaya desde Bolivia nos recuerda que la ciudadanía femenina es imperfecta y su identidad fragmentada (Ardaya 1994). Pero por otra parte, las feministas europeas hablan de la democracia paritaria y las italianas de cómo las mujeres cambian los tiempos, una propuesta teórica y práctica para adaptar la vida laboral, recreativa y ciudadana a los ritmos y horarios femeninos. Queda pues todavía un granito de esperanza, mientras a estas alturas el feminismo sigue siendo un test para la democracia (Amorós 1990).

Y es que una mujer líder o encumbrada en un puesto político importante no sólo se ve afectada por las expectativas y estereotipos de sus contemporáneos y contemporáneas, sino que a su vez ella los afecta. Llegar a un cargo destacado ya es un cambio sustancial con respecto al pasado. Ese triunfo muestra por sí sólo la posibilidad del cambio y la superación de los prejuicios (Genovese y Thompson 1997).

La construcción de la ciudadanía es clave, la identidad como ciudadanas más allá de los típicos y tópicos derechos electorales, e incluyendo las demandas de género, es fundamental. Pasar de delegar en el sistema político masculino a involucrarse en la política desde su identidad como mujeres. Participar como mujeres, representar a las mujeres y gestionar para las mujeres sin dejar de pensar en la sociedad en su conjunto y en alianza con otros sectores discriminados (Mouffe 1993,1999); pues se ha de recordar como hemos ido viendo en este trabajo que en ocasiones la clase social, el grupo étnico o la ideología partidista son obstáculos mayores que el sexo, o como desde los poderes familiares más tradicionales se impulsa a las mujeres a los cargos políticos. Las mujeres no pueden ser única y exclusivamente representantes de las mujeres en los puestos de poder político, sino que respondan a una serie de intereses públicos y a una propuesta política concreta, en la cual se contemple ya una perspectiva de género y desde donde se reclamen demandas específicas (Phillips 1991). Sin olvidar la lucha por la reivindicación de la ciudadanía a la vez que se reclama el reconocimiento de las especificidades de las mujeres, como construcción de una identidad (Jelín 1987).

Todo ello conducirá al aumento del interés y participación de las mujeres en la política, lo cual es una asignatura pendiente, constituye un reto para el sistema político y significa una apuesta para las propias mujeres. Hay que superar la desconfianza mutua y hacer propuestas alternativas imaginativas, voluntariosas e interesadas. Alianzas y acuerdos deben redefinirse desde la autonomía y por la concertación, y el discurso de las organizaciones de las mujeres ha de relegitimarse desde la identidad, todo ello para insertarse en los procesos de reformas y modernización estatales (Ardaya 1994). Caminar hacia un equilibrio, entre los principios y valoraciones éticas y los intereses estratégicos y prácticos (Tarrés 1993). Para reformar el Estado es preciso utilizar sus mismos aparatos hasta donde sea posible, ocupar puestos públicos por un lado, y de otro, aplicar políticas sociales y públicas desde las instituciones, en pos de la igualdad entre los sexos y el reconocimiento legal de los derechos de las mujeres (Threlfall 1990). Estamos en una época de desencanto quizás, pero y también, donde se han roto muchos mitos y borrado algunos fantasmas que no nos permitían dilucidar con claridad los futuros posibles, la realidad y el porvenir no parecen tan románticos pero se ven sus contornos más nítidos y viables, cuando el arte de negociar aparece en primer plano.

Hay pues que estar presentes y participar para intentar cambiar las cosas, a pesar de la innumerables y hondas dificultades existentes. Por su parte, las instituciones -partidos políticos, poderes del estado, etc.- han de ser coherentes con su supuesto talante democrático, potenciar y posibilitar la participación. Y para que todo esto ocurra, no es suficiente el cambio político-institucional y la positiva recepción de las mujeres, es preciso todo un gran cambio cultural, que más allá de la participación política abra nuevos horizontes de igualdad, a través del pacto y la negociación, como decíamos (Amorós 1990).

La exclusión y la autoexclusión conduce a un callejón sin salida, a una reproducción del orden social. La aceptación de la situación desde una posición realista sobre las reglas del juego existentes, es el primer paso hacia el cambio justo y necesario, hacia el mundo en donde mujeres y hombres vivan una paz digna y sin discriminación posible ni imaginable. En todo caso queda claro que la política no ha sido algo fácil para las mujeres y que los problemas de su incorporación no han estado contemplados por ésta. Hay que plantearse en serio todavía qué es y cómo hacer política desde, por y para las mujeres, a partir de la propia experiencia y carencias más allá de su número e inserción. El siguiente paso es construir un concepto de política no-sexista que incluya el mundo de lo experiencial cotidiano y privado, en el cual se sientan reconocidos hombres y mujeres (Kirkwood 1990). Mirar más allá de la política institucional, las prácticas sociales de los sujetos, actoras y actores colectivos y la esfera de la subjetividad de la política (Lechner 1988).

En el nivel de la práctica política, la actuación concreta pasa como decíamos, por el establecimiento de acciones afirmativas, para fomentar la presencia política de las mujeres, tanto en su participación electoral como en el acceso a cargos altos con poder de decisión; pero y sobre todo, más que el incremento numérico de éstas lo importante como veíamos, es que los temas, los intereses y las necesidades de las mujeres, sean asumidos por la sociedad en su conjunto e incluidos en la agenda política del país. Porque como ya se ha visto, ser mujer no garantiza tener conciencia de género y las mujeres pueden reproducir el modelo cultural dominante. Pero más importante todavía, y para que todo esto sea posible, se hace necesario redefinir el concepto mismo de política, reformular sus temáticas y rediseñar su estilo, dando cabida a los temas, formas, tiempos, lenguaje y estilos femeninos, y llevando la política allí donde las mujeres realmente participan.

La Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1979, ya recomendaba la adopción de medidas especiales, aunque de carácter transitorio, encaminadas a acelerar la igualdad entre hombres y mujeres. Entre éstas, los cambios jurídicos, la educación popular, la toma de conciencia -cultura popular, medios de comunicación de masas, la educación formal e informal-, movilización política -organizaciones de mujeres, participación en partidos, sindicatos, cooperativas y organizaciones no gubernamentales-, y la aplicación de cuotas, son algunas de las posibles vías para encaminar el cambio (ONU 1979).

Vivimos en un momento histórico donde se da una crisis de transición, y es precisamente en estas etapas cuando las mujeres han participado más activamente en la política (Fernandez Poncela 1999d). Sin embargo, la crisis de valores y conceptos nos ha traído cierto conservadurismo y actitudes de intolerancia, nada más contrario a los supuestos intereses de género y al feminismo. Además, la actual coyuntura que aparentemente muestra una apertura de espacios políticos, a la vez reduce su contenido producto de la problemática económica por la cual transita el país. En todo caso, queda claro cómo las relaciones entre mujeres y política han transitado por importantes cambios en el continente latinoamericano y hoy en día es la escena electoral uno de los ejes fundamentales de la arena política para las mujeres. Hay limitaciones grandes, como y también la democratización de algunas instancias ha traído novedosas oportunidades para realizar y obtener reivindicaciones legales e institucionales (Craske 1999).

En concreto y para el caso mexicano ha de tenerse muy presente las tendencias generacionales en la distancia de género el peso de las mujeres en el padrón electoral y de los jóvenes también-, los cambios pueden estar a la vuelta de la esquina, protagonizados por los y las jóvenes, o por éstas últimas. Por lo menos en el ámbito internacional se ha demostrado las importantes diferencias entre las mujeres jóvenes y las mayores en cuanto a sus preferencias electorales y partidistas se refiere, entre otras cosas. Las primeras son más de izquierdas en mayor medida incluso que los hombres de su generación, y las segundas más conservadoras que las primeras en el ámbito de simpatías políticas y preferencias de voto. Y es que la distancia de género se invierte según el grupo de edad (Norris 1997b). Pero aquí, y como ya señalamos en el inicio del documento, la juventud es una mayoría demográfica incuestionable, por lo que de seguirse la propensión internacional que algunas investigaciones apuntan (Fernandez Poncela 1999b,2000), las mujeres y los jóvenes tienen mucho que decir.

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IV-Propuestas generales[36]

-Campañas publicitarias en carteles, prensa escrita, radio, cine, internet y TV:

-Información, difusión y sensibilización en torno a la importancia de la participación política de las mujeres en general.

-Concientización sobre la importancia de la promoción del voto libre y secreto entre las mujeres y la lucha contra la compra, coacción y manipulación del voto.

-Grupos focales de discusión:

-Grupos focales para discutir propuestas políticas y la posibilidad de su puesta en práctica, entre mujeres políticas: de partidos, funcionarias públicas, de organizaciones no gubernamentales, agrupaciones políticas, feministas, etc...

-Estudios electorales del año 2.000:

-Seguimiento de las encuestas de opinión pública en torno a las elecciones del año 2.000, las preelectorales y las de salida de casilla. Haciendo especial énfasis en la comparación de las preferencias entre hombres y mujeres, así como teniendo en cuenta la edad, la residencia, la escolaridad, y en particular la evolución de un mes con otro ante la proximidad del día de la emisión del sufragio.

-Proyectos de investigación:

-Realización de entrevistas en profundidad en torno a la percepción por parte de la ciudadanía de las candidatas mujeres, así como su presentación y tratamiento en los medios de comunicación, en comparación de los hombres, a lo largo del proceso electoral del 2.000.

-Análisis de las plataformas electorales de todos los partidos políticos en torno a sus propuestas sobre las mujeres y en especial la participación política de la misma. Así como, de sus acciones positivas y discriminación en positivo en el caso de haberla durante la campaña electoral del año 2.000.

-Realización de una encuesta nacional de actitudes y valores políticos, comportamiento y preferencias electorales, conocimiento y opinión sobre políticos, con especial énfasis en la comparación según el sexo. En paralelo recabar testimonios cualitativos sobre los mismos temas. Todo ello en el año 2.001.



[36] Estas propuestas generales constituyen consejos y sugerencias como producto del documento presentado, con base en los conocimiento obtenidos, en los vacíos constatados y las oportunidades de subsanarlos, y ampliar y profundizar sobre el tema en la práctica y actuación de intervención sobre la sociedad misma, y en la propia investigación del fenómeno que aquí nos ocupa, la relación entre las mujeres y la política.

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