Democracia, Educación y Capacitación Cívico - Electoral


FORMAS DE GOBIERNO EN LAS COMUNIDADES INDIGENAS DE MÉXICO

Carlos Tello Díaz

Presentación

I. Introducción

II. Las autoridades indígenas en el pasado

III. Doce casos concretos

IV. Conclusión

En resumen

 

 

 

 



Presentación

El presente ensayo forma parte de una investigación titulada "Usos y Costumbres en Comunidades Indígenas y Procesos Políticos-electorales" que realiza la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica y en la que ha colaborado el Mtro. Carlos Tello Díaz.

Cabe señalar que las opiniones aquí vertidas son responsabilidad del autor y no necesariamente expresan el punto de vista del Instituto. Esperamos que este documento sea de utilidad para el público en general y que, además, proporcione elementos para el debate en los círculos especializados.

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I. INTRODUCCION

El objeto de la siguiente investigación es ofrecer una serie de elementos que permitan entender mejor la manera en la que los diversos grupos indígenas del país conciben a sus autoridades. La investigación se propone plantear con brevedad la forma en la que las comunidades indígenas han entendido el principio de autoridad a lo largo de su historia. Una vez realizado este bosquejo, se pretende analizar con detalle doce casos concretos con el fin de destacar sus similitudes y, en la medida en que las haya, también sus diferencias. El trabajo está concebido para integrarse después al proyecto más amplio que, en torno al tema de usos y costumbres en el marco de la ley electoral, tiene planeado realizar el Instituto Federal Electoral.

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II. LAS AUTORIDADES INDIGENAS EN EL PASADO

Las autoridades indígenas anteriores a la Conquista tenían varias características que subsisten todavía entre sus descendientes en México. Resulta difícil verlas a primera vista, pues los cronistas españoles de la época utilizaban un lenguaje muy inapropiado para describirlas. Estos cronistas -conquistadores y sacerdotes- hablaban por ejemplo de "reyes" y de "imperios", cuando en realidad el poder en esas comunidades estaba diseminado en pequeños grupos, atados entre sí de una manera muy libre.

Antiguamente, las autoridades indígenas respondían a su "calpulli" o barrio. Cada barrio tenía un gobierno propio y era más o menos independiente de los demás barrios. Eran los ancianos de cada barrio, reunidos en consejo, los encargados de nombrar a los funcionarios responsables de llevar a cabo sus instrucciones en la comunidad. Este consejo elegía al "tlatoani" (el que habla), que era propiamente el gobernador del grupo indígena. Elegía también al "tlacatecuhtli" (el jefe de los hombres), que era el encargado de los menesteres militares. La autoridad suprema, a pesar de la fuerza de estos cargos, nunca dejaba de estar en manos del consejo de ancianos. Así lo podemos observar todavía, como veremos más tarde, en el caso de algunos grupos étnicos de hoy, por ejemplo los huicholes (con el Consejo de Kawiteros) y los mixes (con el Consejo de Ancianos Principales).

La Conquista destruyó en buena medida la estructura de las autoridades tradicionales de los indios. A los indígenas no se les permitió el acceso a los puestos directivos de la Colonia, pero se les concedió un gobierno local semiautónomo, modelado conforme a una institución occidental: el ayuntamiento. A la cabeza del ayuntamiento estaba el corregidor, que era una autoridad española nombrada por el virrey. Pero el encargado de transmitir las órdenes del corregidor en la comunidad era el cacique, un indio que contaba para ello con la anuencia y el apoyo de las autoridades españolas. El puesto de cacique era hereditario, lo que contradecía el carácter democrático de las viejas autoridades indias, que siempre habían sido elegidas por el consejo de ancianos, asegurando con eso que se eligiera al más dotado para mandar.

La guerra de Independencia movilizó a sectores muy vastos de la población indígena de México. Su situación, sin embargo, no mejoró. Quizás, incluso, empeoró. El triunfo de los liberales significó un cambio para mal en la vida de las comunidades. Las Leyes de Indias, que habían protegido a los indios durante la Colonia, fueron de pronto abolidas. Se había abolido la esclavitud y el sistema de castas, y desde entonces todos los habitantes de la antigua Nueva España -criollos, mestizos, mulatos, indios y negros- se llamaron ciudadanos. Todos los ciudadanos eran iguales ante la ley y no podía haber entonces un sector de la población -como los indios- con leyes privativas -como las Leyes de Indias. La reacción de los indios fue de protesta: exigieron a sus "liberadores" el derecho a gobernarse a sí mismos de acuerdo con sus tradiciones. Pero no fueron escuchados. No fueron escuchados tampoco por la Revolución, que negó también a dichas comunidades el derecho a gobernarse conforme a sus patrones tradicionales. El movimiento revolucionario tenía como objetivo primordial la integración de una comunidad nacional en que todos sus miembros participaran de una cultura común. Los indios, en ese contexto, se replegaron para defender lo básico: la resistencia, la defensa de sus tradiciones. Así han podido sobrevivir hasta la fecha, junto a las autoridades constitucionales, los gobiernos tradicionales de las comunidades indígenas de México.

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III. DOCE CASOS CONCRETOS

I) Los tarahumaras

Los tarahumaras -o rarámuris- habitan en las montañas del sudoeste de Chihuahua, en las partes más escarpadas de la Sierra Madre Occidental. Están concentrados casi todos en ocho municipios de la Sierra Tarahumara: Batopilas, Carichi, Balleza, Urique, Bocoyna, Morelos, Guazapares, y Guadalupe y Calvo. Nada más en uno de ellos (Batopilas) son mayoritarios respecto de los mestizos. Su población oscila alrededor de los setenta mil individuos, la mayoría de los cuales habla nada más su propia lengua. Viven muy dispersos, aunque por lo general se reúnen los domingos para impartir justicia y organizar sus fiestas religiosas.

"La vida del grupo étnico tarahumara está determinada por un patrón cultural básico: el aislamiento", escribió el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán. "Propiamente hablando no existen pueblos en todo el territorio; se designa así una circunscripción de kilómetros y kilómetros de extensión donde radican familias dispersas unas de otras por los inmensos bosques de pino". La dispersión es, en efecto, el rasgo dominante de los tarahumaras. Ello se debe a lo abrupto de la región y a que sólo se encuentran lugares para sembrar suficientes para una familia, que es por lo general pequeña (uno o dos hijos). No hay terrenos planos en toda la Sierra -la Alta y la Baja Tarahumara-, salvo la mesa de Guachochi. Los tarahumaras, además, son nómadas: en los inviernos bajan en busca de calor a la Barranca. Todo esto hace que su modo de vida se distinga de los patrones observados por otros pueblos indios de México.

La dispersión y el aislamiento han permitido a los tarahumaras conservar los rasgos que le dan carácter a su grupo étnico. Estos rasgos son reafirmados en el ámbito de las "tesgüinadas", que son reuniones así llamadas por la bebida que consumen, el tesgüino -o sea, maíz fermentado. Hay tesgüinadas de trabajo, de curación, de fiesta. Algunas enormes, otras pequeñas. En ellas a veces se consume también una comida ritual llamada "tónare".

Los tarahumaras están sujetos a dos tipos de autoridades: las consuetudinarias y las constitucionales. Aquí hablaremos sólo de las primeras. Existen tres tipos distintos: las autoridades políticas, las religiosas y las eventuales. Las autoridades políticas son electas por consenso y duran todo el tiempo que el pueblo quiera, aunque se tienden a ajustar ahora a los tiempos constitucionales, y su función es la resolución de los conflictos en la comunidad. Las autoridades religiosas no son electas, sino se constituyen como autoridad por la vía de los hechos, acumulando prestigio con el tiempo, y su función es casar, curar e interpretar los sueños. Las autoridades eventuales, por último, son electas como su nombre indica para ocasiones especiales, como las tesgüinadas, y su función es cantar, repartir la bebida y empezar los bailes.

La estructura de la autoridad entre los tarahumaras responde a las influencias de los jesuitas -que fundaron una misión en Norogachi en el siglo XVII- y de la cultura dominante de los blancos -mineros, misioneros, soldados, gambusinos, madereros. La mayor jerarquía en esa estructura la ocupa el "siríame" o gobernador, quien tiene jurisdicción sobre todas las rancherías que forman un pueblo. Los siríames son elegidos por consenso y de manera pública, por hombres y mujeres, en una asamblea que tiene lugar generalmente en Semana Santa, cuando todo el pueblo se reúne para celebrar a Dios. "La elección de gobernador no se lleva a cabo por votación nominal, sino por la aprobación unánime de la comunidad manifestada por altas voces. El gobernador saliente va nombrando a cada uno de los candidatos, y resulta electo el que alcanza un vocerío mayor", escribió un antropólogo. El voto no es secreto; es público. No es nominal; es consensual. La autoridad civil y religiosa está concentrada en una sola persona, la del siríame. Para los tarahumaras, no existe una distinción entre lo sagrado y lo profano.

El cargo de siríame es casi siempre ocupado por un hombre, aunque no hay regla que excluya a la mujer. Tiene que tener varias características: ser maduro, honesto, trabajador, buen orador, tranquilo cuando bebe tesgüino. Los siríames no reciben ninguna remuneración, pero sí el reconocimiento por su labor. Tienen muchas obligaciones, entre ellas la de organizar varias tesgüinadas al año, carreras de bola, asambleas para discutir la construcción de obras, organizar el trabajo colectivo, dar buenos consejos, repartir herencias, juzgar, dirigir el sermón dominical. Todo con el propósito de mantener el orden social y la convivencia armónica. Su símbolo de mando es un bastón llamado disora, con el que siempre está presente. Si no cumple, la comunidad lo puede juzgar, castigar y deponer. Pero en general los tarahumaras acatan totalmente las decisiones del siríame.

Abajo del siríame se encuentran dos autoridades más: el "warula" (o teniente) y los "sontasi" (o soldados). El warula es el segundo en importancia después del siríame, auxiliar y consejero de éste. Pueden ser varios warulas. Su elección depende del siríame, quien siempre se rodea de él -o de ellos- en los actos de su gobierno. Los sontasi, en cambio, son por lo general hombres jóvenes que empiezan a participar en la vida de la comunidad y cumplen la función de la policía.

Un siríame puede durar el tiempo que quiera, mientras la comunidad esté de acuerdo, aunque la tendencia es que dure tres años, para coincidir así con los tiempos de las autoridades constitucionales. Cuando renuncia al poder, todas las demás autoridades cambian, pues dependen de él. El poder del siríame no alcanza por lo general más allá de la jurisdicción de un "pueblo", formado por alrededor de trescientas personas dispersas en el monte. Es decir, no existe un gobierno de la tribu, aunque han habido siríames que, por su prestigio, son buscados para solicitar consejo por más de un pueblo.

Hacia fines de los años treinta, un grupo de maestros rurales promovió la unión de los tarahumaras en lo que se conocería después como el Consejo Supremo Tarahumara. Desde entonces se han celebrado varios congresos. En sus estatutos se define al Consejo como "el organismo representativo de todas las comunidades indígenas del estado de Chihuahua". Sus trabajos están dirigidos por un Consejo Directivo, electo por mayoría de votos en asamblea plenaria del congreso. El Consejo Supremo Tarahumara ha logrado conseguir de las autoridades estatales y federales una serie de servicios para paliar en parte las carencias de la tribu, aunque no ha sido reconocido como autoridad constitucional, pues eso daría status legal a un gobierno de tribu.

II) Los yaquis

Los yaquis habitan las llanuras del sur del estado de Sonora, al norte y noroeste de Alamos, entre los ríos Yaqui y Mayo. Su territorio abarca más o menos 25 mil kilómetros cuadrados. El grupo étnico lo forman ocho tribus: Bácum, Belem, Cócorit, Güirivis, Pótam, Ráhum, Torim y la metrópoli, Vícam, que es donde normalmente tienen lugar las asambleas que afectan la vida de todos los pueblos de la región. Los yaquis conservan algunos vínculos con los apaches, los mayos, los pimas y los seris. No reconocen otro Estado que el suyo propio. Se consideran a sí mismos una nación autónoma, aunque las circunstancias los han hecho aceptar inevitablemente la injerencia de ciertas instituciones de la República Mexicana.

La organización política de los yaquis es muy sencilla. Cada uno de los ocho pueblos tiene un "cobanáhuac" o gobernador, elegido por un año por los hombres y mujeres de su comunidad. (Las mujeres tienen voz y voto, pero no pueden ser electas a cargos públicos.) Durante los últimos meses del año, las autoridades se fijan en las personas que a su juicio reúnen las condiciones para sustituir al gobernador saliente. La elección, en sí, tiene lugar entre el 15 y el 31 de diciembre. Es muy informal: son varios días de discusiones en las que los indios no votan, sino se manifiestan en favor y en contra de los candidatos, normalmente con compostura y ponderación, hablando muy quedito. Una vez que se ha llegado a un acuerdo, la decisión es inapelable. Se nombra entonces una comisión que va a anunciar al gobernador electo su nombramiento. Por regla general, la persona elegida declina el honor y pide sea nombrado otro en su lugar, pero la comisión insiste en que es su deber. Se ha dado el caso de un gobernador que puso tanta resistencia que tuvo que ser azotado para que aceptara el cargo.

Junto con el gobernador se nombran cuatro ayudantes, designados con el nombre de segundo, tercero, cuarto y quinto gobernador. Forman una especie de gabinete de ministros sin cartera. Sus insignias son distintas: el primer gobernador lleva un bastón de 75 centímetros de alto, con puño de plata y regatón de hierro; el segundo, tercer y cuarto gobernador llevan bastones más pequeños; el quinto gobernador, por último, encargado de imponer la justicia, lleva un látigo de cuero enrollado en la cintura. El 1 de enero, los gobernadores se dirigen a la iglesia, donde dejan frente al altar los símbolos de la autoridad: sus bastones. El pueblo permanece entonces una semana sin autoridades. El 6 de enero, los gobernadores electos van a su vez a la iglesia, suben al altar y con admirable compostura toman los bastones que dejaron sus antecesores para constituirse en las nuevas autoridades.

El gobernador dura sólo un año en su cargo. Tiene muchas y muy variadas funciones, de carácter ejecutivo, legislativo, judicial, social y religioso. Una de sus principales funciones es presidir el consejo de ancianos -o de "principales"- que se reúne, a veces durante semanas enteras, a discutir los problemas de la comunidad. Este consejo está constituido por gente de edad que ha ejercido ya el cargo de gobernador. A veces se le conoce con el nombre de "pueblo", y su autoridad es vitalicia.

El gobernador constituye también, junto con sus ayudantes, una especie de corte con jurisdicción en asuntos civiles y criminales. Entre estos últimos se incluyen los robos, los pleitos, el adulterio y la embriaguez, y a veces también los asesinatos. Es común que cuando se comete un crimen, los indios lo ocultan a las autoridades constitucionales para hacerse justicia por sus propios medios. Los robos y los pleitos, el adulterio y la embriaguez se castigan con flagelaciones públicas, muy severas, llevadas a cabo por el quinto gobernador con ayuda de su látigo. No así los asesinatos. El homicida, luego de ser juzgado y encontrado culpable, es sentenciado a morir frente a un pelotón de fusilamiento. La sentencia tiene lugar después de que se hace una colecta pública en beneficio de la familia del condenado.

El cargo de gobernador es muy pesado. Los gobernadores no pueden recibir salario alguno durante el año que ejercen su autoridad. Asimismo, tampoco pueden ocuparse de sus quehaceres en el campo, pues deben dedicar todo su tiempo a velar por la comunidad (asistir a las fiestas, visitar a los enfermos, presidir el consejo de principales). El gobernador, de hecho, vive una vida casi miserable durante el año que ocupa ese puesto. Es por ello que quienes son electos hacen siempre un esfuerzo por rechazar el cargo.

Todos los hombres mayores de catorce años forman parte del ejército yaqui. Es una obligación. Hay escalafón y grados, de cabos a generales. Los yaquis siempre han sido un grupo guerrero. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, se declararon independientes del resto del país, primero con Cajeme y luego con Tetabiate. Más tarde, durante la Revolución, lucharon en las filas del general Obregón, quien los traicionó al llegar al poder con el Plan de Agua Prieta. Los yaquis defienden su autonomía literalmente con las armas.

III) Los tzeltales-tzotziles

Los grupos étnicos tzotzil y tzeltal forman una sola familia lingüística y habitan partes de la misma región, en las montañas del centro y del este del estado de Chiapas. Su vida está regida en gran parte por su relación con el mundo blanco y su ciudad: San Cristóbal. "En la región tzeltal-tzotzil", escribió Gonzalo Aguirre Beltrán, "perduran, posiblemente como en ninguna otra parte de México, dos grupos distintos claramente definidos, a saber: los que reclaman directa o indirectamente ser descendientes del núcleo conquistador y que a sí mismos se apellidan ladinos o latinos, y la masa indígena, vencida y subordinada, a la que se denomina indios".

La célula elemental de los tzeltales-tzotziles es la familia. Varias familias forman un linaje, el cual a su vez se asienta en un territorio particular conocido con el nombre de paraje. Varios parajes forman un barrio, y varios barrios forman una comunidad. A diferencia de otros grupos indios del país, como por ejemplo los tarascos, los tzeltales-tzotziles conservan sus propias autoridades y las distinguen radicalmente de las que les son impuestas desde fuera.

Las autoridades de una comunidad son los "principales", los cuales son electos entre los principales de cada paraje. Para obtener el rango de principal es necesario ante todo prestigio y años de trabajo y de servicio a la comunidad, así como también poderes mágicos que permitan tener trato con lo sobrenatural, ya que los cargos de los principales son de carácter sagrado. Los principales son necesariamente ancianos, ya que el prestigio por los servicios dados a la comunidad sólo se adquiere con el paso de los años.

El "katinab" o principal de principales es electo por los principales de cada barrio y dura toda la vida en ese cargo. Interviene en todos los asuntos de la comunidad, religiosos y profanos. Encabeza las fiestas, resuelve las desavenencias entre miembros de la comunidad, decide las formas de contrarrestar las calamidades que ponen en peligro a la comunidad. Es por lo general electo en un mismo barrio (en San Juan Chamula, por ejemplo, es el barrio de San Pedro).

Cada barrio o "calpul" tiene sus autoridades, que son designadas por las autoridades anteriores. Algunas son religiosas, otras políticas, aunque esta distinción no es hecha por los indígenas. Entre estas autoridades destacan las siguientes: gobernadores, alcaldes, síndicos, regidores y mayordomos. Cada uno de estos funcionarios tiene tareas específicas dentro del gobierno de la comunidad, y recibe a cambio de ello servicios diversos y, ante todo, prestigio.

El gobernador, el síndico y el alcalde llevan a cabo tareas políticas (tienen que resolver los conflictos que se presentan entre los miembros del paraje, organizar a las familias para el trabajo cooperativo velar por que todo esté bien en los mercados dominicales). Los regidores, en cambio, llevan a cabo tareas policiales (tienen que realizar trabajos de gendarmería). Los mayordomos, por último, llevan a cabo tareas religiosas. Estos últimos, a diferencia de los primeros, tienen que gastar sumas de dinero muy altas, por lo que deben ahorrar y endeudarse para poder cumplir con sus funciones. Es común que tengan que trabajar en las fincas cafetaleras durante varios años para poder ahorrar lo suficiente. El cargo, por este motivo, es apartado con unos tres años de anticipación.

En términos generales, son enormes las sumas de dinero, tiempo y servicios que se requieren para conseguir, mantener y acrecentar el prestigio de un individuo en la comunidad. Haber sido gobernador, alcalde, síndico, regidor y mayordomo son etapas necesarias para llegar al rango de principal del paraje, primero, del barrio, después, y finalmente alcanzar la dignidad suprema de principal de principales.

Todos estos cargos, necesarios para llegar a la dignidad suprema, son temporales: duran un año. Durante el tiempo de su gestión, las autoridades no reciben ningún salario, aunque los miembros del paraje, sobre todo los familiares de la autoridad, siembran por él su milpa para que pueda comer. En todo caso esto no es suficiente, y la autoridad sabe que tiene que recurrir al ahorro o al préstamo para sostenerse.

Las autoridades normalmente son electas para sustituir a las anteriores en la noche del 31 de diciembre. La elección tiene lugar en un ambiente de fasto y solemnidad, rodeados de cruces, libros sagrados y banderas de las mayordomías. Las mujeres nunca ocupan estos puestos, aunque esta exclusión no significa que no intervenga en las discusiones que conciernen al grupo.

Las autoridades tradicionales son tan poderosas que a menudo coinciden con las autoridades constitucionales. Están encabezadas por el presidente municipal, que muchas veces es también el gobernador. La autoridad del presidente municipal, en todo caso, está siempre supeditada a la del principal de principales.

IV) Los tarascos

Los tarascos habitan el noroeste del estado de Michoacán, que incluye las regiones conocidas como Meseta Tarasca, Lago de Pátzcuaro, La Cañada y Ciénega de Zacapu. Es un grupo célebre por su talento para los hilados, las artesanías y el trabajo del cobre, y fue famoso por el pulimento de las piedras y el arte de la plumería. Es también un grupo notable por la magnitud en la que emigra en busca de fuentes de trabajo. Todo ello explica su alto grado de aculturación. "El intercambio comercial y la migración golondrina", explicó Gonzalo Aguirre Beltrán, que se especializó en el tema, "implican una frecuencia de contactos con individuos partícipes de culturas distintas a la del grupo propio. Estos fenómenos, con sus efectos secularizantes e individualizantes, influyeron sobre la sociedad tarasca, haciéndola permeable al cambio y elevando consecuentemente sus niveles de aculturación. A tal extremo ha llegado el proceso que, de no ser por la persistencia de la lengua vernácula y algunos otros rasgos y complejos de la cultura nativa, difícilmente podría calificarse como indígena a un grupo que ostenta porcentajes de alfabetismo y conocimientos tecnológicos superiores a los de la población mestiza de otras regiones de la cuenca del Tepalcatepec".

El gobierno municipal en las zonas habitadas por los tarascos está integrado bajo los patrones que rigen la vida política y administrativa de la cultura nacional. Lo forman el presidente municipal, el síndico, los regidores, el secretario, el tesorero, el juez y el comandante de la policía. Todos ellos reciben un salario. Los recursos que permiten pagar a las autoridades provienen de varias imposiciones fiscales, como licencias y certificados, registro civil y piso en el mercado, pues no existe la obligación de trabajar en conjunto para sufragar los gastos de quienes ejercen cargos en la comunidad.

Tampoco existe entre los tarascos una autoridad religiosa enlazada con la autoridad política. La dirección divina de la comunidad es el patrimonio del clero de la ciudad de Zamora. Los tarascos, de hecho, no tienen ya especialistas propios en el trato con lo sobrenatural. La antigua organización de cargos y mayordomías apenas persiste entre ellos. En la medida en que crece el poder del clero de Zamora, y en la medida también en que la economía de prestigio ha sido sustituida por una economía de mercado, han tendido a perder toda su influencia los "principales" -es decir, aquellos que dilapidan sus bienes y sus esfuerzos en favor de la comunidad.

Una diferencia más entre la mayoría de las comunidades indias y los tarascos es que entre los tarascos coexisten las opiniones antagónicas. Entre la mayoría de los grupos indígenas del país, quienes no siguen las normas establecidas por la comunidad son expulsados. Si los expulsados son muchos, forman una nueva comunidad en un sitio más o menos cercano al del lugar de origen. Entre los tarascos, en cambio, existe la posibilidad de que tendencias sociales opuestas se institucionalicen en partidos políticos que funcionen democráticamente. Hay dos grupos tradicionales, los llamados progresistas y los llamados conservadores. En algunas comunidades, la mayoría subyugó a la minoría, pero son más las comunidades que lograron un equilibrio que permitió la vida lado a lado de personas que sustentan diferentes puntos de vista sobre la manera como debe organizarse la sociedad.

Por último, a pesar de que la organización política de los tarascos no incluye a la mujer en los cargos de mando, su influencia en la vida económica y social de la comunidad es muy grande. Esta es una más de las muchas diferencias que separan a los tarascos de los demás indios en México. El voto, en ellos, es nominal, no comunal. Sus autoridades son laicas; reciben un salario; forman parte de un partido; corresponden a las autoridades constitucionales. Para concluir, los tarascos son quizás el grupo indio más aculturado en México. Sus "usos y costumbres" no difieren en nada de la norma constitucional.

V) Los huicholes

Los huicholes habitan en el noroeste de Jalisco y en el este de Nayarit, a lo largo de la cuenca del río Chapalagana. La mayoría de la población vive en tres comunidades agrarias: Santa Catarina Cuexcomatitlán, San Sebastián Teponahuaxtlán y San Andrés Cohamiata. Existen actualmente alrededor de veinte mil personas que hablan huichol, la mitad en Jalisco y la mitad en Nayarit, con algunos más en Durango y Zacatecas. Sus principales actividades productivas son la agricultura de desmonte para el autoconsumo, la cría extensiva de ganado para el comercio, la elaboración de artesanía y su contratación en la costa para el corte de tomate y plátano, principalmente.

En el territorio que ocupan los huicholes interactúan dos tipos de autoridad: la nacional y la indígena. Por lo general, la autoridad nacional (o constitucional) ha tendido a delegar sus funciones en los propios indígenas. Así, los municipios dentro de cuya jurisdicción están las comunidades huicholas, designan a un jefe de vigilancia para la zona, mismo que tiene a su cargo un cuerpo de rurales, un tesorero y un secretario. Asimismo, las mismas comunidades, con el propósito de administrar las tierras, bosque y aguas que les pertenecen, eligen a una asamblea nacional reconocida por las autoridades nacionales. Esta asamblea es el órgano máximo de decisión y está formada por comuneros electos cada tres años por votación universal. La asamblea cuenta, además, con un comisario de bienes comunales, un secretario y un tesorero, además del consejo de vigilancia.

Los huicholes cuentan también con autoridades que son mitad nacionales y mitad indígenas. Las llamaremos autoridades mixtas. Su elección y su función siguen estando determinadas por las normas tradicionales de los huicholes, pero han sido al mismo tiempo avaladas por el Estado nacional. Entre estas autoridades mixtas cabe citar al gobernador, al alcalde y al capitán, que son confirmados en sus puestos -con el nombre de jueces auxiliares- por el gobierno municipal. Así ocurre desde hace ya más de cien años. Estas autoridades están obligadas a desempeñar funciones reconocidas por el Estado, junto a sus funciones tradicionales dentro de la comunidad.

El gobierno indígena de los huicholes está compuesto, pues, por autoridades mixtas y por autoridades tradicionales. Es común que una misma autoridad tenga funciones civiles y religiosas. El gobernador, por ejemplo, actúa como juez auxiliar desde el punto de vista del municipio y como guía de las ceremonias religiosas desde el punto de vista de la comunidad.

El gobernador -o "tatohuani", en huichol- es la principal autoridad tradicional. Es electo cada año, no por la comunidad entera, sino por los gobernadores anteriores y por los sabios ancianos de la comunidad (los "kawiteros"). Los kawiteros acuden en septiembre a los adoratorios del sol para imaginar quiénes serían las personas idóneas para ocupar el cargo de gobernador. En octubre se reúnen con los viejos de la comunidad y, junto con las autoridades salientes, escogen a las personas más aptas para sustituirlas. Entonces las llaman y las convencen con brindis y sermones -a veces también las amenazan- para que acepten sus nuevos cargos. Las nuevas autoridades asumen sus nuevos cargos el 1 de enero, en medio de celebraciones que duran toda la semana. Después acuden a las oficinas del municipio para que su nombramiento les sea avalado por las autoridades constitucionales.

El gobernador debe ser conocedor de las tradiciones y solvente en lo económico, y debe hablar con elocuencia, saber escuchar y tener un carácter accesible. Su labor más importante es velar por la tranquilidad de la comunidad, resolver los conflictos, sancionar las faltas, aconsejar al pueblo, encabezar las fiestas religiosas y organizar el trabajo comunitario. No recibe ningún sueldo y por lo general, al tener que descuidar sus propias actividades en la milpa, al final de su mandato sale más pobre de lo que era cuando entró. Siempre se le ve con una vara que, no sólo representa, sino que "es" la autoridad.

Le sigue en importancia el alcalde (o "artkariti") que se sienta a la derecha del gobernador durante las sesiones de gobierno para poder asistirlo en las discusiones. El alcalde tiene algunas otras facultades, entre ellas la de sustituir al gobernador en ausencia de éste. Junto a ellos dos se encuentra, en tercer lugar, el capitán (o "kapitani"). Su principal función es dirigir la policía de la comunidad. Durante las fiestas y los rituales, por ejemplo, tiene que desarmar a los portadores de cuchillos, machetes y pistolas.

En la escala más baja de la autoridad están los "topiles". Son los auxiliares de los capitanes en sus funciones de policía, pero realizan además otras tareas, como la de llevar mensajes a los pueblos o acarrear a la gente a las festividades religiosas. Los topiles son siempre los más jóvenes y tienen que pasar por esa dura prueba para poder acceder a puestos más altos. Se distinguen por llevar una cuerda alrededor de la cintura, con lo cual amarran a los delincuentes. Cabe mencionar, en fin, a las mujeres llamadas "tenanchi", mujeres viudas que realizan el aseo en la oficina del gobernador y que son a veces también cocineras y concubinas.

Junto a estas autoridades civiles -que como vimos ejercen también funciones religiosas y son reconocidas para ciertas actividades por el Estado nacional- se encuentran las autoridades propiamente religiosas. Entre estas autoridades destacan los "mayordomos", que son quienes se encargan del cuidado de la imagen del santo que la comunidad les encomendó, así como de los gastos vinculados a la fiesta de su patrón. Su autoridad es exclusivamente religiosa, pues nunca son consultados en las decisiones que tienen que ver con los asuntos civiles de la comunidad.

A su lado destacan los sacerdotes cantadores -o "marakame"- que cantan las leyendas que describen la vida de los dioses durante las fiestas patronales y durante los rituales relacionados con el consumo del peyote. Estos cantadores, a diferencia de los mayordomos, sí tienen influencia política, pues forman parte del Consejo de Kawiteros (o Sabios Ancianos) que es el órgano máximo de consulta del gobernador del pueblo huichol. El Consejo de Kawiteros está formado por lo general por cinco miembros nada más. Su cargo es vitalicio. Los kawiteros han pasado ya por todos los puestos civiles y religiosos de su comunidad, por lo que están facultados para tomar todas las decisiones graves que se presentan. Una de ellas, como vimos, es la elección de los gobernadores, que realizan junto con las antiguas autoridades de la comunidad.

VI) Los mayas

La población maya se localiza en los estados que forman la península de Yucatán: Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Hacia allí emigraron sus antepasados a lo largo de los siglos, provenientes de Guatemala. Es una de las poblaciones indígenas más importantes del país: su lengua es la segunda lengua indígena en importancia y su pueblo constituye el 13 por ciento de la población indígena de México. De acuerdo con el censo de 1990, entre los dos millones cuatrocientos mil habitantes de la península de Yucatán, más de setecientos mil hablaban la lengua maya -es decir, casi la tercera parte. La mayoría (512 518 mayas) viven en Yucatán; los demás viven en Campeche (70 247) y en Quintana Roo (120 846).

Los mayas fueron siempre un pueblo independiente. Defendieron su independencia a lo largo de medio siglo, de 1847 en que inicia la Guerra de Castas, a 1901 en que cae su último bastión en lo que hoy es Carrillo Puerto, en Quintana Roo. A pesar de haber sido finalmente derrotados, su influencia en la península sigue siendo fundamental. En este sentido es importante notar que, así como hay una población monolingüe de maya, sobre todo en las zonas agrícolas maiceras, una gran parte de la población mestiza también habla el maya, que utiliza como un elemento de interacción en sus relaciones sociales. Lejos de mirar hacia abajo a los mayas, la población mestiza de la península ha adoptado muchos de sus signos de identidad: su lengua, sus prendas de vestir y su comida (papadzules, poc chucs, etc.).

Los mayas de la península de Yucatán están integrados a una pirámide social en la que, en primer término, se encuentran los blancos, que son siempre los más ricos, descendientes de españoles y de libaneses. Abajo de ellos, los mayas de la península forman cuatro grupos que pueden ser diferenciados entre sí: los "mestizos finos" (quienes hablan maya con elegancia y se precian de descender de la desaparecida aristocracia maya), los "mestizos" (quienes hablan maya y español y ocupan posiciones modestas en el campo y en la ciudad), los "mayeros" o "macehuales" (quienes son en general monolingües y habitan en áreas maiceras alejadas de los centros urbanos) y finalmente los "macehuales rebeldes" (quienes descienden de los insurrectos de la Guerra de Castas y habitan -son alrededor de diez mil- en las selvas de la región central del estado de Quintana Roo).

En la mayoría de las comunidades mayas de la península existe una forma sincrética de catolicismo. Se celebran muchas fiestas católicas, como la de la Santa Cruz o la de la Semana Santa, pero también se celebran muchos rituales paganos, como por ejemplo los relacionados con la lluvia y las cosechas, en las que se venera al dios Chaak. Los cargos religiosos son tres: los escribientes, los rezadores y el gran padre (o "nojoch tata"). Estos cargos forman una elaborada estructura que, a pesar de estar integrada a la administración municipal, funciona de acuerdo con las reglas elaboradas por cada comunidad. Los mayordomos hacen los gastos de las fiestas y reciben, a cambio, un gran prestigio social, como sucede en los otros pueblos indígenas de México.

En relación con el poder civil, cada municipio de la península tiene un presidente, así como también consejales, ediles, jueces de paz y policías. Estas autoridades municipales están subordinadas a los gobiernos de cada estado. En los pueblos indígenas de la parte central de Quintana Roo, hay asimismo cargos militares de general, comandante, capitán y sargento. Al lado de estas autoridades constitucionales están las autoridades tradicionales, representadas por los integrantes del consejo de ancianos (o "nojoch máak"). La relación entre los dos tipos de autoridad no siempre es harmoniosa. Así, por ejemplo, en el pueblo de Chichima, al sur de Valladolid, los "nojoch máak" mantienen una dura disputa con los representantes de los partidos políticos. Del mismo modo, en la zona maya de Quintana Roo, los representantes oficiales del Consejo Supremo Maya, creado a instancias del gobierno, son repudiados por los "macehuales rebeldes".

VII) Los otomíes

La población otomí constituye uno de los pueblos indígenas más grandes del país, pues gravita alrededor de los trescientos mil habitantes. Los otomíes -o "ñañuhs", como se llaman ellos mismos- habitan en dos grandes regiones de la República Mexicana. La primera es el área que atraviesa los estados de México, Hidalgo y Querétaro; la segunda es un área menos definida, que incluye el sur de la Huasteca, zonas de la sierra norte de Puebla y una porción del estado de Tlaxcala. La región más estudiada de las dos es sin duda la primera, que abarca fundamentalmente el valle del Mezquital.

Dada la dispersión del pueblo otomí, sus formas de gobierno varían de región a región. Así sucede no sólo con respecto de los cargos civiles sino también con respecto de los religiosos. Podemos empezar con los primeros. En Puebla, por ejemplo, la autoridad suprema de los otomíes es el presidente municipal, electo cada tres años, que tiene como asistentes a un juez civil y a varios "topiles" (es decir, policías). En Veracruz, donde las poblaciones son mucho más pequeñas, la autoridad suprema es el agente municipal, que a su vez es nombrado por el presidente del municipio. En Hidalgo, por último, la autoridad suprema es el juez auxiliar, elegido anualmente por los habitantes del pueblo, así como también el juez conciliador, nombrado por el presidente del municipio. En todos los casos, el acceso a esta jerarquía se inicia con el cargo de mensajero, cuya obligación es transmitir a los habitantes las directivas de las autoridades municipales.

En el caso de la jerarquía religiosa, por otro lado, existen dos vías paralelas de acceso, la de las mayordomías y la de las capitanías. Los mayordomos se ocupan de la fiesta del santo del pueblo y los capitanes, a su vez, se ocupan del carnaval. Son las dos fiestas más importantes del año para los otomíes. El sistema de cargos entre ellos, como entre otros pueblos indios, tiene una estructura piramidal: los más bajos son los más numerosos y los de más fácil acceso. En la cúspide de la pirámide se encuentra el "fiscal" -o guardián del templo- que es un hombre mayor que ha recorrido todos los escaños de la jerarquía y cuya edad lo faculta para fungir como mediador entre los hombres y las divinidades. Abajo del "fiscal" están el capitán mayor y el mayordomo mayor, secundados a su vez por una multitud de capitanías y mayordomías menores. Alrededor de estos cargos menores, por último, existen las "grandes compañeras sagradas", mujeres cuya obligación es preparar el alimento para las ceremonias.

En el valle del Mezquital, donde se asienta la mayor concentración de otomíes en el país, la jerarquía religiosa ha tendido a perder autoridad con relación a la jerarquía política. Mientras que la figura del juez -auxiliar o conciliador- es vista como una función de peso, los cargos religiosos han ido adquiriendo la condición de servicios. Ello se refleja, a su vez, en una cada vez menor autoridad de los ancianos con respecto de los jóvenes. Dentro de la jerarquía religiosa, es cierto, los ancianos aún son los guardianes de la tradición, pero dentro de la política, que es la más importante, han perdido su poder frente a los jóvenes. Hoy en día, en el Mezquital, hay personas que a los treinta y cinco años ya recorrieron todas las escalas de la jerarquía de cargos, mientras hace apenas unas generaciones eso no sucedía sino hasta pasados los sesenta años. Cabe mencionar, en todo caso, que es común el paso de la jerarquía política a la religiosa, o viceversa, de la rama ritual a la rama civil.

En la sierra norte de Puebla, al contrario de lo que sucede en el Mezquital, la autoridad máxima está todavía asentada en una jerarquía político-religiosa. Así, inevitablemente, la autoridad reside aún en los ancianos, que son los que designan al juez auxiliar, la autoridad civil más alta de la comunidad. Si durante su mandato el juez incumple sus funciones, los ancianos lo pueden obligar a rectificar y lo pueden incluso destituir. "El pueblo y nosotros, los ancianos, elegimos a nuestro representante para gobernador", dicen los otomíes de la sierra norte de Puebla. "Y nosotros y el pueblo en una asamblea, cualquier día, lo podemos quitar en caso de no respetar la decisión de los mayores" (Citado por Pablo Yanes, Etnografías jurídicas: los otomíes, INI, México, 1994, p.45).

VIII) Los totonacos

 

 

 

 

 

 

Los totonacos constituyen el sexto pueblo indígena más grande del país. Habitan al norte de la Sierra Madre Oriental y del Golfo de México, aunque también hay un pequeño grupo de totonacos en los alrededores de Misantla, Veracruz. La región totonaca abarca treinta municipios. Los más importantes son los de Papantla y Espinal, en la planicie del Golfo; los de Cuetzalan y Olintla, en la sierra de Puebla, y los de Coxquihui y Zoocolco en las montañas de Veracruz. Los totonacos conviven allí no sólo con mestizos, muy numerosos en la región, sino también con otros pueblos indígenas, como los huastecos (hacia el norte), los nahuas (hacia el sur) y los otomíes y tepehuas (hacia el oeste).

Es más o menos común entre los antropólogos afirmar que, en el caso de los totonacos, no existe ya una organización política tradicional. Entre los totonacos de la costa, en efecto, hay un alto grado de aculturación en el ámbito jurídico-político. No así, en cambio, entre los totonacos de la sierra. Entre los totonacos de la sierra norte de Puebla, la organización política formal tiene como eje la estructura municipal, encabezada por un presidente municipal, un ayuntamiento con seis regidores, un comandante de la policía, un juez y un agente del Ministerio Público. Existe también el cargo de secretario, designado por autoridades externas y cuya duración es indefinida. Su función es redactar y firmar todos los documentos oficiales del municipio, y su autoridad es similar a la del presidente.

En el nivel inferior a las cabeceras se encuentran los pueblos, los cuales son gobernados por un agente municipal y un ayuntamiento compuesto por cuatro regidores. Estos pueblos, a su vez, tienen autoridad sobre las rancherías, que son poblados de menos de quinientos habitantes a los que se les asigna un juez. Hasta hace poco, aunque había formalmente elecciones cada año, se daba en realidad un proceso de selección de las nuevas autoridades mediante el procedimiento de recomendación de la planilla saliente y de "palomeo" por parte de las oficinas de Gobernación en la ciudad de Puebla. Hoy en día, las cosas han cambiado. Y no sólo en ese sentido. Ahora, por ejemplo, todos los puestos de importancia en el gobierno del municipio son monopolizados por los mestizos, mientras que los totonacos ocupan en él puestos subordinados, especialmente los de jueces y regidores. Antes, al contrario, era frecuente que los indígenas, sobre todo los más viejos, ocuparan el cargo de presidente municipal.

Las autoridades religiosas están totalmente separadas de las autoridades políticas en los municipios totonacos de la sierra. En general, la autoridad política recae en los mestizos y la autoridad religiosa, más bien, en los indígenas. No hay antagonismo entre los dos poderes, y tampoco interrelación, salvo en muy contadas excepciones. Los cargos religiosos se dividen en una jerarquía de tres escalones -topiles, mayordomos y fiscales- y todos ellos duran un año, del 1 de enero al 31 de diciembre. Las autoridades salientes normalmente seleccionan a las entrantes en un proceso en el que la opinión que más cuenta es la del fiscal -o "piskal", como lo llaman en su lengua los totonacos de Puebla.

El ascenso en la jerarquía religiosa se inicia con el cargo de topil, que es el encargado del trabajo de limpieza y de ornato en la iglesia. El segundo escalón es el de mayordomo, cuya función es la de patrocinar la fiesta de una de las imágenes que se encuentran en el templo (hay tantos mayordomos como imágenes), ofreciendo una comida a todos los asistentes. Sólo entonces se puede acceder al más alto escalón, el de fiscal. Los hay de tres grados: el "piskal" teniente, de los cuales hay seis, que tienen por función ordenar y supervisar a los topiles; el "piskal" virrey, que manda a su vez sobre los tenientes, y el "piskal" rey, que es un hombre de gran edad y a quien se considera como el responsable último de lo que suceda en la iglesia de la comunidad.

El caso de los topiles y de los campaneros es digno de notar, pues ambos desempeñan funciones importantes en las dos estructuras de autoridad de los totonacos, la ritual y la civil. En la ritual, los topiles y campaneros sirven para limpiar el templo y llamar a los fieles a misa; en la civil, en cambio, sirven como policías y mensajeros de la autoridad municipal. Los indígenas más jóvenes, luego de ser campaneros, comienzan como topiles segundos y después de un año pueden acceder a ser topiles primeros, los cuales están encargados de mandar durante un año a los topiles que se inician. Su sola presencia tiene una carga disuasiva que permite zanjar las querellas en el momento que se producen. Su ascenso en la jerarquía de cargos, en cualquier caso, está determinado por su edad. Al más alto, el de "piskal", normalmente acceden hasta pasados los sesenta años.

IX) Los nahuas

Existen alrededor de un millón y medio de indígenas que hablan el náhuatl en la República Mexicana, además de otros tantos que habitan en Centroamérica. Viven muy dispersos entre sí. Se encuentran al sur del Distrito Federal, así como en los estados de México, Puebla, Morelos, Hidalgo, Tlaxcala, San Luis Potosí, Jalisco, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Chiapas. Este estudio se concentra en la población nahua de la región de la Mixteca, en la franja de Guerrero y de Oaxaca. En esa región, marginada y pobre, los nahuas conviven no nada más con los mestizos, sino también con un grupo importante de pueblos indios mixtecos y tlapanecos, con los que los nahuas comparten una serie de características en sus formas de gobierno tradicionales.

Las autoridades constitucionales de la región están representadas por los jueces de primera instancia, los agentes del Ministerio Público, los presidentes municipales, los comisarios municipales, las autoridades ejidales y los representantes de bienes comunales. La mayoría de estas autoridades está conformada por mestizos. Así sucede desde luego en las cabeceras municipales, pero aun en los pueblos donde los habitantes son predominantemente indios. En cambio, en los poblados pequeños y en las rancherías, donde casi toda la población es indígena, las autoridades que gobiernan son de tipo tradicional. Hay en ellas, siempre, un comisario que representa al gobierno municipal en la comunidad. No recibe salario y con frecuencia no habla el español. Su autoridad es exclusivamente formal.

La autoridad real en los pueblos y las rancherías nahuas la detenta el consejo de principales. Estos consejos están siempre presididos por un jefe que, normalmente, es aquel que más se ha distinguido por sus buenos servicios a la comunidad. Su edad no importa, en principio, aunque normalmente se trata de personas ya grandes. El consejo de principales, bajo su mando, designa entre los habitantes del pueblo a quienes han de cumplir con el cargo de comisario. Aunque se hagan votaciones como la ley ordena, los habitantes de cada lugar votan por la persona que los principales han dispuesto. Así pues, los comisarios desempeñan el papel de intermediarios entre las autoridades tradicionales de la comunidad y las autoridades constitucionales del municipio, pero permanecen subordinados en todos los casos a los principales del lugar. En efecto, nada se hace en un pueblo nahua que no sea aprobado por el consejo de principales.

Dentro de las comunidades nahuas de la zona, vale recalcar, quienes constituyen el poder constitucional -los comisarios- están siempre subordinados a quienes constituyen el poder tradicional -los principales. Es por eso que no hay interferencia ni duplicidad de funciones entre las dos formas de gobierno. Existen sólo discrepancias ocasionales, sobre todo con respecto de la impartición de justicia. Hay veces, por ejemplo, que individuos de una comunidad son solicitados por las autoridades municipales de una cabecera con el fin de que respondan por ciertas faltas. El comisario se reúne entonces con los principales del lugar para decidir qué hacer. Si los principales deciden que el acusado no debe ser apresado, el comisario tiene la obligación de colaborar con ellos para esconderlo.

Cada vez que el comisario de un pueblo recibe un comunicado oficial de la cabecera del municipio, de hecho, tiene que dar aviso a los principales del lugar para que éstos, reunidos en consejo, decidan lo que deba hacerse al respecto. Generalmente sus disposiciones son sabias, pues son adoptadas por un conjunto formado por personas entendidas y con experiencia, a pesar de que en ese conjunto estén excluidas las mujeres y los jóvenes. La comunidad acepta siempre el veredicto de los principales. Su autoridad, por lo demás, inhibe la formación de cacicazgos en la región. Los principales se oponen a la existencia de caciques, porque donde surgen estos personajes, los gobiernos tradicionales pierden autoridad y prestigio.

No obstante la armonía relativa que existe entre los dos tipos de autoridades en esta parte de la Mixteca -las constitucionales y las tradicionales- no son buenas las relaciones entre los blancos y los indios. A pesar de que hay pocas querellas entre los dos, existe una marcada actitud de resentimiento de los indígenas hacia los mestizos, originada por las injusticias, los malos tratos y las humillaciones que han recibido de ellos durante siglos. De la misma forma, así como el indígena rehuye siempre el trato con el mestizo, éste lo mira con desprecio y le reprocha su pobreza, su ignorancia y su holgazanería. Este desencuentro contrasta con el entendimiento que hay entre los nahuas y las otras poblaciones indias de la zona, los mixtecos y los tlapanecos.

X) Los zapotecos

Los zapotecos menos tradicionales viven en los Valles Centrales de Oaxaca y en el Istmo de Tehuantepec; los más tradicionales, a su vez, viven en lo alto de la Sierra. La comunidad más representativa de los zapotecos de la Sierra es la de Yalálag. Yalálag está situada en la Sierra Zapoteco Mixe, al noreste del Valle de Tlacolula. Es una zona alta, de más de 2 500 metros de altura sobre el nivel del mar, con un clima seco y templado. Los poblados de la región viven esencialmente de la agricultura, aunque en algunos -los más remotos- hay todavía posibilidades de explotar la madera del bosque. Yalálag, en concreto, se dedica exclusivamente al cultivo de la milpa. Tiene calidad de villa, no de pueblo. Es una comunidad zapoteca, aunque está rodeada de comunidades mixes. Es también una comunidad cerrada, aunque su contacto con el mundo externo es bastante frecuente. Es, por último, una de las comunidades indias del país más y mejor estudiadas.

Las autoridades civiles de Yalálag duran dos años en sus cargos. Comprenden un presidente municipal, un síndico, tres regidores, un juez primero, un juez segundo, un tesorero y un escribano. Todos ellos son elegidos de entre la gente del pueblo. No reciben salario, pero tampoco tienen la obligación de participar en el trabajo comunal. El único funcionario asalariado es el escribano, que es nombrado por el Ayuntamiento. Hay además varios auxiliares de las autoridades, como lo son los alguaciles, los tenientes de policía, los topiles de vara, los jueces de llave y los celadores de agua. Existen, por último, grupos sociales que prestan diversos servicios a la comunidad, como lo son la banda de música, los vaqueros y la defensa rural.

El presidente encarna la autoridad suprema en Yalálag. Es la cabeza reconocida del pueblo, a quien se hace responsable de la buena o mala administración del gobierno. Entre sus funciones están dirigir las reuniones del Consejo de Principales, resolver las quejas y las peticiones, administrar la justicia y celebrar los matrimonios. El presidente solía durar en su cargo un solo año, aunque desde hace ya tiempo suele durar dos años, en concordancia con las leyes del estado de Oaxaca. Es raro que el presidente sea desobedecido por un inferior en la jerarquía del gobierno -o por un ciudadano común y corriente- sin que se resientan de inmediato las consecuencias.

El resto de los funcionarios tiene tareas muy específicas. Vale la pena citar al respecto el célebre estudio de Julio de la Fuente. "El síndico dirige los trabajos comunales, en los que puede tener injerencia algo directa un presidente activo, sin interferir en autoridad. Los regidores tienen la misión legal de atender los ramos de salubridad, educación, mercado y otros, pero generalmente se supeditan a lo que indica el presidente, y el regidor mejor intencionado puede encontrar en él apoyo completo o indiferencia, si no obstrucción. El tesorero sólo guarda, entrega y lleva cuenta de los fondos municipales. Los jueces hacen averiguaciones en casos de robo y crimen y atienden muy específicamente pleitos sobre la tierra y la propiedad en general" (Julio de la Fuente, Yalálag, INI, México, 1977, p.221).

Cabe mencionar las funciones del resto de los funcionarios del gobierno de Yalálag. Los topiles son auxiliares de los jueces, de quienes reciben órdenes que cumplen o que transmiten a los tenientes. Los tenientes, a su vez, reciben mandatos directos del presidente, el síndico, los regidores o los jueces. Los topiles de llave abren y cierran las puertas de la prisión y los topiles de vara conducen a los presos a la cárcel. Los policías, por último, tienen funciones de guardia municipal, vigilantes del orden, conductores de comunicados y barrenderos. Estas son sus funciones en teoría, aunque normalmente lo que sucede es que los topiles, los tenientes y los policías pasan el tiempo en el corredor municipal durmiendo, conversando o jugando.

Las autoridades de Yalálag son electas mediante un sistema de "plebiscito". En juntas secretas o semisecretas de autoridades y ancianos principales se designa a las nuevas autoridades. Se busca siempre el equilibrio y la unidad, y con frecuencia se acepta la decisión del jefe en turno, dada de antemano y aparte a un grupo más reducido. Al "plebiscito" no concurren más de unas docenas de personas. No despierta ningún interés en el resto de la población pues todos saben con anticipación quiénes son los electores y quiénes serán los elegidos. El resultado del "plebiscito" tradicionalmente se comunicaba a los jerarcas del partido oficial en la capital del estado para que fuese por ellos aprobado o, en su caso, reprobado. Solía haber una comunicación constante entre la comunidad y los jerarcas del partido, con el propósito de que sus intereses coincidiesen en la designación de las autoridades de Yalálag.

XI) Los mixtecos

Los poblados mixtecos están situados en la zona conocida como la Mixteca, al oeste de Oaxaca, colindando con los estados de Guerrero y de Puebla. La zona, a su vez, se conoce como Alta Mixteca (la del interior) y Baja Mixteca (la que baja hacia la costa del Pacífico). La Mixteca ocupa ciento ochenta y nueve municipios en Oaxaca. A nivel nacional, se calcula que existen alrededor de cuatrocientos mil mexicanos que hablan el mixteco, de los cuales el 20 por ciento son monolingües. A causa de la migración, enorme, los mixtecos están esparcidos en todo el país, así como también, a veces, en el extranjero.

El corazón del territorio mixteco se encuentra en las estribaciones de la Sierra Madre del Sur y la Sierra Madre de Oaxaca. Este enclave cuenta con una red hidrológica muy importante, pero sus suelos están actualmente muy deteriorados. La migración es pues una de las consecuencias de la sobreexlotación de los recursos naturales. De hecho, la principal entrada monetaria de las comunidades mixtecas la proporciona la población migrante. La Mixteca es la principal región expulsora de mano de obra en el país. La mayoría de este grupo va a trabajar a la zafra en Veracruz y Morelos, al corte de algodón en Sonora, a la pizca de jitomate en Sinaloa, a la construcción en el Distrito Federal o a los campos hortícolas de los Estados Unidos de Norteamérica.

Los mixtecos tienen sus propias autoridades religiosas, y en la costa aún se conservan cofradías en algunos lugares. Entre sus autoridades cabe destacar a las siguientes: mayordomos, rezadores, sacristanes y presidentes de la iglesia. A pesar de que los mixtecos accedieron a la adopción de sus conquistadores, la católica, todavía siguen sacrificando animales en los campos o en los lugares sagrados para asegurar la productividad de sus tierras, y todavía bañan a algunos de sus santos en el agua de los ríos para purificarlos.

El patrón migratorio de los mixtecos ha influido mucho en la organización social de sus comunidades. La autoridad municipal se ejerce durante un año nada más, y está secundada por los cargos judiciales. Estos son los de síndico y alcalde, que se desempeñan además, respectivamente, como el Ministerio Público y el Juez. A nivel agrario, por otro lado, existen los comisarios ejidales y de bienes comunales, que tienden a acrecentar su autoridad pues son los conductos naturales por los cuales llega a las comunidades la ayuda del exterior. Todas ellas son autoridades constitucionales. En relación con el consejo de ancianos, en concreto, éste tiene importancia en algunos pueblos, especialmente en los más apartados de la Mixteca Alta. No obstante, en muchos otros poblados, sobre todo en los más comunicados de la costa, ha desaparecido ya casi por completo.

XII) Los mixes

Los mixes se llaman a sí mismos "ayukjay", que quiere decir "la gente que habla florido como la selva" o "la gente del idioma elegante". Habitan las tierras del alto Papaloapan, al sur del Zempoaltepetl, hasta la frontera con Chiapas. El clima, allí, es frío y lluvioso casi todo el año. Existen más de ciento veinticinco pueblos mixes repartidos en diecisiete municipios, aunque muchos otros mixes viven en ciudades como Oaxaca y México, e incluso en varios pueblos situados hacia la frontera de Estados Unidos. Los mixes, a pesar de recibir la influencia temprana de los dominicos, no fueron nunca sometidos por los españoles. Ellos mismos reconocen al Estado mexicano sólo hasta 1938.

En las comunidades mixes, la máxima instancia de decisión es la asamblea general comunitaria. Las asambleas son foros de discusión oral y están controladas por los consejos de ancianos locales. En algunas partes sólo es para jefes de familia; en otras, las mujeres y los solteros también pueden participar. Cuando las asambleas no pueden ser instaladas, opera entonces el Consejo de Ancianos Principales, formado por los mayordomos, los síndicos, los presidentes y los alcaldes, así como también por los ancianos que ya han ocupado uno de esos cargos con anterioridad.

El acceso al Consejo de Ancianos Principales no es por elección, sino por acumulación de prestigio ante la comunidad, la cual, en asamblea general, acepta o no el merecimiento de ingreso al consejo. El consejo es presidido por el principal más anciano y su poder es político y religioso. Todas las autoridades de la comunidad deben consultar este consejo, el cual, a su vez, tiene la responsabilidad de convocar a elecciones y designar a los candidatos elegibles para ellas.

El ingreso a una jerarquía de cargos debe hacerse siempre desde el puesto más bajo -el de "topil"- y ascender por todo el escalafón hasta hacerse merecedor de un puesto principal. Las autoridades son designadas cada año, el 1 de enero, por la comunidad, a sugerencia del Consejo de Ancianos Principales. Los cargos -civiles y religiosos- no son remunerados, aunque son obligatorios. Los designados deben asumir el honor y los gastos. El cargo más importante después de la asamblea comunitaria y el Consejo de Ancianos Principales es el de alcalde, también llamado "principal de principales". Para ser alcalde se debe haber ocupado antes una presidencia municipal o una mayordomía principal. En el alcalde, pues, confluyen tanto la máxima autoridad civil (el presidente) como la máxima autoridad religiosa (el mayordomo).

Al margen de las autoridades civiles y religiosas se encuentra la autoridad del brujo, que por medio del trance provocado por la ingestión de hongos y plantas, ejerce un poder espiritual sobre la comunidad, a la que pone en contacto con "los espíritus de la naturaleza". Este cargo no es resultado de ninguna elección: es hereditario.

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IV. CONCLUSION

El relativismo cultural, la idea de que una forma específica de organización social puede juzgarse sólo dentro de sus propios términos, se ha confrontado tradicionalmente al exclusivismo cultural, esto es, la idea de que un tipo de sociedad puede ser objetivamente mejor que otra. De 1920 a 1968, bajo el ímpetu de la Revolución, el indigenismo en México estuvo permeado por un concepto exclusivista de su misión. Para explicar el atraso de las comunidades indígenas, se señalaban rasgos propios de su cultura que dificultaban el progreso: prácticas agrícolas tradicionales, economía de prestigio, medicina popular, principio de igualdad social que representaba un freno al surgimiento de una clase empresarial. Todo ello, en el discurso del indigenismo, era responsable de su rezago. La solución, entonces, era aculturar al indígena para poder integrarlo a la cultura dominante, la mestiza, y formar con él una nación homogénea. Uno de los exponentes más lúcidos y más coherentes de esta corriente indigenista fue Alfonso Caso.

Desde 1968, por el contrario, a raíz de la crítica que surgió con el movimiento estudiantil, que funcionó como catalizador, el indigenismo oficial cambió de dirección, inclinándose hacia un relativismo constructivo. Hoy en día, esto es, se parte del robustecimiento de la identidad indígena como base de su integración al resto del país. Ello tiene importantes consecuencias prácticas: la sustitución de la enseñanza en español en favor de la educación bilingüe, de la unificación de la comunidad en favor de su autosuficiencia, del fortalecimiento de la conciencia individual del indio sobre su parcela en favor de la consolidación de la conciencia colectiva de los indios sobre su territorio. Unos de los antropólogos más radicales en esta línea fue Guillermo Bonfil Batalla.

Esta última tendencia -la relativista- es la que predomina en el indigenismo del país hasta la fecha, no nada más arriba, entre los intelectuales, sino también abajo, entre las comunidades. Desde principios de los años setenta, los indígenas mexicanos empezaron a pedir más participación política. Hacia finales de los ochenta y principios de los noventa, esa demanda de participación adquirió fuerza, en parte porque el contexto en que se dio era propicio. En esos años, en efecto, se celebró el V Centenario del Descubrimiento de América; tuvo lugar el Año Internacional de los Pueblos Indígenas; fue otorgado el Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú; fue reformado el artículo 4o. constitucional; tuvo lugar la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado de Chiapas.

Las propuestas concretas en torno a la participación política de los indios empezaron a tomar forma real en 1994. En marzo, la Convención Nacional Electoral India propuso una circunscripción plurinominal para que los indios pudieran llegar a la Cámara de Diputados, así como la inclusión de un mínimo de indios en las listas de representación proporcional de los partidos nacionales. Más tarde, en octubre, fue propuesta la creación de regiones autónomas pluriétnicas, en aquellas zonas donde cohabitan no sólo diferentes grupos étnicos, sino también éstos últimos con poblaciones mestizas.

Un año más tarde, en octubre de 1995, la Consulta Nacional sobre Derechos y Participación Indígenas, convocada por el Poder Legislativo, hizo patente la coincidencia de los delegados indios en demandar una mayor participación en los cargos de representación a todos los niveles. En concreto, se insistió en que los municipios predominantemente indígenas pudieran elegir a sus candidatos de acuerdo con sus usos y costumbres. Estas consultas coincidieron con los trabajos del Consejo Nacional Indígena, convocado por el EZLN en San Cristóbal de Las Casas en enero de 1996. El CNI reunía a muchas de las organizaciones indígenas más importantes del país, y sus demandas giraron también alrededor de los mismos puntos: autonomía, participación, respeto a su cultura. Recogiendo todas estas inquietudes, el 16 de febrero de 1996, el gobierno de la República y el EZLN firmaron los Acuerdos de San Andrés, en los que se afirma que "el Estado debe impulsar cambios jurídicos y legislativos que amplíen la participación y representación políticas local y nacional de los pueblos indígenas".

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EN RESUMEN

Este estudio ha querido mostrar las principales similitudes que hay entre las autoridades de algunos de los pueblos indios más importantes del país. Las similitudes saltan a la vista. En general, las autoridades de los pueblos indios son designadas en un ámbito que no es secreto, sino público. En general, son elegidas por un voto que no es nominal, sino comunitario. En general, son retribuidas durante su gestión, no con dinero, sino con prestigio. En general, sus cargos son ocupados, no por mujeres, sino por hombres. En general, también, sus actividades incluyen, y mezclan, lo religioso y lo profano. Hay también, desde luego, algunas diferencias importantes, sobre todo en relación con los tarascos, quienes pagan a sus autoridades con dinero, las eligen de manera nominal y les atribuyen funciones exclusivamente políticas y administrativas, no religiosas.

Existen varios grados de asimilación entre las autoridades indígenas y las autoridades constitucionales de México. Los tarascos, por ejemplo, identifican por completo su estructura de poder con la del municipio. Los huicholes, a su vez, conservan sus autoridades tradicionales, pero tienen también autoridades mixtas que son electas de acuerdo a sus costumbres y son al mismo tiempo reconocidas por el municipio. Los tzotziles, en cambio, rigen sus vidas por un sistema de cargos que es diferente y corre paralelo al de las autoridades del municipio. Es indispensable, pues, normar las relaciones entre el mundo indio y el mundo mestizo de acuerdo con las particularidades que se presenten en cada caso.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo deben ser electas las autoridades en aquellas zonas del país que son mayoritariamente indígenas? El Instituto Nacional Indigenista estimaba en un censo reciente que al menos 8 701 688 mexicanos son indígenas -el 10.7 por ciento de la población nacional. Su presencia en los distritos electorales, a su vez, es similar: treinta y siete de los trescientos distritos electorales -la décima parte, más o menos- tienen en promedio más de 30 por ciento de población indígena, y de esos treinta y siete distritos, nueve tienen al menos 70 por ciento de población indígena (tres en Chiapas, uno en Guerrero, uno en Hidalgo, uno en Oaxaca, uno en Veracruz y dos en Yucatán).

Hay quienes plantean que, en estas zonas mayoritariamente indígenas del país, todas las autoridades deben ser electas de acuerdo a los usos y costumbres de la región. Frente a estos planteamientos, me inclino a pensar en el sentido de que la autonomía indígena sólo puede darse a nivel de comunidad, no de región, pues es allí, en la comunidad, donde los indios han podido preservar sus formas de vida y de gobierno.

Las autoridades elegidas por la comunidad deben ser reconocidas por la autoridad constitucional. Así lo son los comuneros que conforman la asamblea nacional de los huicholes, electos de acuerdo con el sistema normativo del pueblo huichol pero al mismo tiempo reconocidos por el municipio. El caso del pueblo huichol debe servir de ejemplo para los demás grupos étnicos, en los que no existen puentes entre las dos autoridades, tradicionales y constitucionales. Las autoridades tradicionales de los huicholes, en efecto, son reconocidas como legítimas, aunque no como legales, por las autoridades constitucionales de la región que habitan. Para que sean también legales falta, pues, modificar la ley.

Carlos Tello Díaz


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.. Gonzalo Aguirre Beltrán, Formas de gobierno indígena, FCE, México, 1991, p.67.

.. Gonzalo Aguirre Beltrán, op. cit., p.70.

.. Estatutos del Consejo Supremo de la Raza Tarahumara, México, 1950.

.. Gonzalo Aguirre Beltrán, op. cit., p.91.

.. Gonzalo Aguirre Beltrán, op.cit., p.130...

.. Acuerdos de San Andrés, México, 1996